La semana pasada se supo que, debido a los frágiles suelos de buena parte de Bogotá, el costo de construir el metro en la capital de la República se elevaría a la no despreciable suma de $15 billones. Eso para cubrir la primera línea del trayecto, unos 26,5 kilómetros entre el Portal de Las Américas (suroccidente) y la Calle 127 con Carrera 9, por vía subterránea. Serían 40 trenes y 28 estaciones. La primera cifra de la que se habló en forma concreta fue $7 billones, en el 2011, pero un análisis más profundo y un cálculo de los costos de la compra de predios elevó las cifras.
Si fuera posible hacer realidad esta obra, se garantizaría que los trenes de última tecnología transporten 900 mil pasajeros diarios en un primer momento, y llegar luego a unos 50 mil por hora-sentido. Eso significará un muy positivo impacto para la movilidad de la ciudad, que realmente se requiere con urgencia, pues el Transmilenio ya se saturó. De tal manera que una decisión frente al metro no puede ser aplazada.
Lo complicado en estos momentos son los recursos, con los que la capital de la República no cuenta y tampoco serán aportados en su totalidad por el Gobierno Nacional. Ya Planeación dijo que para la movilidad bogotana, lo máximo que la Nación entregará son $10 billones, tomando en cuenta que también hay otros proyectos esperando. Así, si se establece el metro como prioridad, será necesario que efectivamente se haga una apuesta decidida y las obras se ejecuten lo más rápido posible.
La verdad es que Bogotá necesita el metro con urgencia. Está entre las ciudades capitales de América Latina más rezagadas en acometer un proyecto como este, tomando en cuenta que Buenos Aires lo tiene desde 1913, México D.F. desde 1969, Santiago lo hizo en 1975, Caracas en 1983, Lima en el 2011, Ciudad de Panamá este año, y hasta Medellín en 1995. Varias ciudades en Brasil también lo tienen. Están demostrados sus beneficios, y la existencia de este sistema en las principales ciudades de Estados Unidos y Europa, desde hace más de un siglo, exhibe sus beneficios de largo plazo.
Para evitar descalabros financieros y problemas administrativos, Bogotá debe aprender de la experiencia de Medellín, donde éstos abundaron, pero finalmente se concretó la obra. Resulta fundamental atender las advertencias del Banco Mundial de integrar bien el proyecto con los demás sistemas de transporte, de tal forma que generen sinergias y la demanda sea suficiente para descongestionar el resto y asegurar ingresos para cubrir su financiación. Está demostrado que es un sistema más eficiente, rápido, seguro y amigable con el medio ambiente.
En estos momentos Bogotá no puede dudar. Han pasado 77 años del primer estudio, y ya hay demasiados. No se necesitan más. Hay que construir el metro, y a la par trabajar duro en ordenar los demás sistemas de transporte y recuperar el legado de Mockus en cultura ciudadana. Podrá formarse un nudo momentáneo en la movilidad, pero en poco tiempo se tendrán soluciones reales. Si no se hace, y se insiste en solo ampliar Transmilenio, podrá conseguirse un alivio en el corto plazo, pero solo se estará aplazando el gran problema por unos años.
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