21 senadores sesionarán desde hoy en el Senado de Brasil para estudiar los documentos que presentó la Cámara de Diputados para ordenar la acusación de la presidenta de ese país, Dilma Rousseff, a quien le endilgan cargos de corrupción. El sí que logró las difíciles dos terceras partes de la mayoría hace nueve días, 327 votos contra 137, da paso a esta instancia en el Senado, que una vez se concrete puede terminar, parece inexorablemente, con la suspensión de la mandataria hasta por seis meses, en primer término. La Comisión tiene otros 21 miembros suplentes. La mayoría de estos votó por el sí de la destitución.
El Partido de los Trabajadores, con el expresidente Lula a la cabeza, ha tratado de imponer su tesis de que lo que se concreta aquí es una conspiración y un golpe de Estado, con base en que los votos son políticos y no se trata de un juicio justo. Esta realidad la viven siempre los congresos cuando cumplen con esa función judicial que les otorga la Constitución, la misma que le permite la más de las veces enterrar las investigaciones en la parte instructiva, como bien sabemos de ese tipo de situaciones en Colombia, y por eso resulta extraño cuando se llega a esta instancia y más cuando quien pasa al banquillo de los acusados es la presidenta de la Nación. No obstante, es obvio que el juicio tendrá ribetes políticos, toda vez que esa es la razón de ser de los parlamentos y a nadie le debe extrañar. El impeachment que se busca es por cuenta del posible maquillaje de las cuentas públicas para lograr más empréstitos, eso es lo oficial, pero son más cosas.
Sucede esta situación en un momento muy complicado para el gigante suramericano, cuando se enfrenta a los efectos de la crisis económica mundial, con la caída de los precios del petróleo que remontan, pero no lo suficiente, con las serias denuncias de corrupción en Petrobras, con el enfrentamiento entre el ejecutivo y la rama judicial, por los mismos líos en la estatal empresa de petróleos y por no haber permitido que Lula se posesionara como ministro de Rousseff. Todo sucede cuando el mundo entero está pendiente de ese país por cuenta de los Juegos Olímpicos que se realizarán allí a mediados de año. El temor es que la interinidad afecte el avance de las obras y la organización necesaria que requiere con milimetría una actividad de esta importancia. Esperemos que no sea así y que el compromiso olímpico se respete, se abstraiga de las polémicas políticas.
Empieza entonces la dura jornada para el Partido de los Trabajadores, que ha perdido aliados importantes en sus tres lustros de Gobierno, que se enfrenta a la desazón de los ciudadanos y a la oportunidad de otras corrientes políticas de obtener el poder, que ve cómo se le cierra el círculo y que no ha sabido mantener la calma ni enviar los mensajes necesarios de que se tomaron los correctivos para cesar con la corrupción. El mundo entero estará pendiente de lo que allí suceda y ojalá se siga el camino constitucional como hasta ahora se ha hecho; político, por supuesto, pero el mismo que respeta lo acordado por la institucionalidad. Otra cosa es que su resultado no les guste a muchos, pero también satisface a millones más. Ojalá la desazón no conduzca a desgobierno.
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