El Reino Unido siempre ha tenido una actitud reticente frente a su integración con la Unión Europea (UE), de hecho nunca aceptó el Euro como moneda común, pero era difícil adivinar hace poco que terminaría yéndose como ocurre ahora y dejando a todo ese continente en la incertidumbre, y no solo a ese continente, sino a todo el mundo porque los efectos de dicha decisión se sentirán con fuerza en todos los puntos del planeta: América Latina y Colombia, desde luego, también serán absorbidas por la que comienza a ser llamada la tormenta británica.
El triste artífice de toda esta situación termina siendo el primer ministro, David Cameron, quien para asegurar su permanencia en ese cargo y la preponderancia de los conservadores, el año pasado se comprometió con el ala más nacionalista de la política de la Gran Bretaña (Partido de la Independencia de Reino Unido, Ukip) a realizar el referendo que terminó en el actual retroceso. Lo paradójico es que Cameron le hizo campaña a la permanencia en la UE, y al ser hoy un claro perdedor en octubre próximo tendrá que irse con mucha pena y poca gloria.
Ambos, el Reino Unido y la Unión Europea, quedaron envueltos en la incertidumbre con el triunfo del Brexit, una expresión radical nacionalista que peligrosamente se apodera de la mayoría de los británicos, un total desatino en un mundo moderno en el que la globalización es un fenómeno incompatible con los proteccionismos económicos y donde unas coordinadas políticas grupales entre los países pueden significar beneficios también generales. Lo más grave es que este mal ejemplo puede tener efectos de contagio que lleven a la desarticulación de la UE, modelo que también pretende blindar a esta zona del mundo frente a la posibilidad de nuevos conflictos entre los países miembros.
En Holanda comienzan a darse movimientos para seguir los pasos de los nacionalistas británicos, y en todo el Viejo Continente podría expandirse el cotarro independentista que ocasionaría toda clase de convulsiones en los mercados y en la economía global. Las bolsas vivieron una jornada de profundo nerviosismo, con un dólar que rápidamente se hace más fuerte, causando efectos perversos en economías como la nuestra. Hacia adelante son incalculables las situaciones que podrían surgir como consecuencia del divorcio planteado. La propia Libra Esterlina sufre una vertiginosa caída.
Lo peor es que, de acuerdo con los estrechos resultados a favor del Brexit (52% frente al 48% del Bremain), fueron los mayores de 50 años los que decidieron el nuevo rumbo, mientras que las mayorías de los menores de esa edad estuvieron a favor de la permanencia y serán los que deberán afrontar las consecuencias del error. La situación le plantea nuevos desafíos a la UE, lo que implicará repensar el modelo integracionista, para afrontar los problemas económicos internos de cada uno de los países miembros y fenómenos como el de los refugiados provenientes del Medio Oriente y África, frente a lo cual no se han planteado políticas sólidas y coherentes.
La determinación británica también afecta de inmediato, inclusive, a sus propios ciudadanos fuera del Reino Unido, pues las reglas que se manejaban para ellos en la UE cambian de manera radical. Igual pasa con decenas de miles de europeos no ingleses que hoy habitan en Gran Bretaña y que perderán beneficios y tendrán que comenzar un proceso de normalización. Las profundas consecuencias políticas, económicas y sociales del Brexit apenas comienzan a perfilarse.
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