l programa de las 10 mil becas para los jóvenes con mejores notas en el país, pertenecientes a los estratos bajos, ha dado para todo. Pese a ser una buena iniciativa que premia a los que más dedicación tienen en el estudio y que no poseen el dinero para poder continuar en la universidad, hay quienes las critican porque no son una estrategia suficientemente fuerte como para sacar a millones de colombianos de la pobreza.
Lo primero que hay que admitir es que es un programa bien orientado, que es necesario continuar. Tal vez sean necesarios algunos ajustes para que sus efectos sean más rápidos y directos, pero con él se les están abriendo oportunidades importantes a jóvenes que en otras circunstancias tendrían que salir ya a saturar el mercado laboral o que, simplemente, no tendrían más opción que quedarse en las calles sin hacer nada, exponiéndose a que lo contaminen influencias negativas.
Lo que sí llama la atención es que la mayor parte de los jóvenes que comienzan con el programa se hayan inclinado por las universidades privadas, en lugar de buscar las públicas, que de acuerdo con las mediciones de calidad están en mejores condiciones que la mayor parte de las privadas. Solo el 15% escogieron carreras en los centros educativos de financiación estatal. Todo indica que hay un falso imaginario acerca de la calidad. Ahora bien, en esto también influyen los problemas de los permanentes paros, muchos de ellos sin motivos de peso.
En este punto, lo complejo es que si por alguna circunstancia los estudiantes no terminan sus carreras, les tocaría pagar los costos reales de la educación cursada en esos centros de educación superior privados, lo que iría en contra del objetivo del programa. Ojalá que no flaqueen en sus metas y se puedan graduar sin dificultades, aprovechando la educación gratis que se les da.
En este mismo sentido, también llama la atención que, en el caso de Caldas, donde los beneficiados fueron cerca de 180 estudiantes, la mayor parte de los aspirantes buscaron instituciones privadas fuera de la ciudad, sobre todo en Bogotá. Esa situación les plantea inmensos desafíos a las instituciones privadas locales para que sean tenidas en cuenta en próximas oportunidades. Ahora bien, es importante resaltar en ese punto que la Universidad de Caldas, de índole pública, era la única incluida en el programa en este departamento, y tendrán en sus aulas a numerosos estudiantes becados.
Otro punto que debemos tomar en cuenta en Caldas y buscar mayor participación en el futuro, es que a nuestros jóvenes solo les correspondió cerca del 1% del total de las becas, cuando en términos de población nuestro departamento está muy por encima de ese porcentaje. Es necesario que nuestros dirigentes gestionen ante el Gobierno Nacional la ampliación de esos cupos, pues aquí hay muchos bachilleres, especialmente en los pueblos, que no logran ingresar a la educación superior pese a sus excelentes puntajes en las Pruebas Saber 11. Ojalá también sea más justa la distribución de las 3 mil becas de maestrías para profesores que ahora se anuncian, ya que con mejores profesores la educación será cada vez de más calidad.
Este programa de las becas, con todas sus contradicciones y necesidades de revisión, nos lleva a pensar que es necesario fortalecer aún más la educación pública en Colombia, no solo para que siga siendo la de mejor calidad, sino para que sea la más apetecida por los mejores bachilleres. Ahora bien, es evidente que pagar más caro en las universidades privadas también garantiza, en muchos casos, mejores salarios para los egresados. Ese es otro punto que es necesario corregir en el mercado laboral, que los profesionales de las públicas también sean mejor pagados.
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