eanudar el proceso de paz como acordaron la semana pasada el Gobierno y las Farc es una buena noticia. Primero, porque queda superado el inconveniente presentado tras la congelación de los diálogos por el secuestro del general Rubén Darío Alzate. Segundo, porque no pasó lo que muchos temían, que los negociadores de la guerrilla aprovecharan la oportunidad para prolongar las discusiones indefinidamente y tercero, porque pasado el momento más difícil en esta etapa de negociaciones va a ser una lección aprendida para futuras crisis que pueden presentarse en un camino lleno de espinas.
La decisión del Gobierno de congelar los diálogos permitió que muchos colombianos salieran a lamentarlo, pero también a exigir a las Farc que muestren gestos de paz, como la devolución de estos secuestrados. De hecho reavivó la discusión en torno a los miles de secuestrados en poder de esa agrupación guerrillera sin que se sepa de su paradero. Es importante que la guerrilla haya visto cómo el país ya no tiene tolerancia al secuestro y exige que se cumpla la promesa de no volver a cometerlos.
El nuevo ciclo de negociaciones se inicia mañana, cuando de nuevo los negociadores se verán las caras para avanzar en puntos clave que faltan por definirse. En este nuevo encuentro se tendrá la visita el próximo 16 de diciembre del último grupo de víctimas en La Habana, con lo que resulta poco afectada la agenda, después de casi un mes de parálisis. Ya han dicho, tanto Gobierno como Farc, que las víctimas deben ser el centro de la discusión y ojalá así se entienda, pues de nada vale firmar documentos de paz, si no redundan en un desagravio a las víctimas, en una compensación por los daños causados y en que sepan toda la verdad, como dónde están las tumbas de sus desaparecidos, por mencionar solo un tema por el que las Farc han guardado silencio.
Hay que aplaudir la decisión de las partes de no enredarse en la mesa con cómo superar futuras crisis. En lugar de enfrascarse en ese asunto deciden avanzar en el fondo y dejar en una subcomisión esa parte, la que ojalá avance sin pausa en los protocolos, pues no se puede permitir en este punto de la discusión que por un mal manejo de una de las partes a una situación tan difícil como negociar en medio del conflicto se vaya a echar por la borda lo ya logrado.
Ahora bien, se abre la puerta para hablar del desescalamiento del conflicto y esta puerta es necesario tenerla presente. Para ello las Farc deben admitir sin titubeos sus excesos, dejar de lado la soberbia y también poner en evidencia sus riquezas, las mismas que está probado han logrado y con las cuales podrían casar en el saco para la reparación integral de las víctimas. La sociedad está dispuesta a tragarse sapos, pero desde la verdad y no desde el amaño de la interpretación de los hechos. El diálogo es difícil, lo sabemos; hay desconfianza de las partes, es natural, pero eso no puede llevar a la prolongación indefinida de las conversaciones. El país también quiere ver que los tales gestos de paz y la voluntad se traduzcan en compromisos prontos. Es posible, pero requiere mucho sentido de realidad de ambas partes, sobre lo que se puede acordar para el futuro y sobre lo que no se puede dejar pasar de los horrores del pasado.
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