asta el pasado sábado cerca de 300 bengalíes y rohingyas estaban a la deriva en un barco en el mar de Andamán, en el sudeste de Asia, luego de que los gobiernos de Tailandia, Malasia e Indonesia decidieron cerrar la posibilidad de su llegada a esos países. Se generaba una emergencia humanitaria, con personas enfermas a bordo y sin alimentos suficientes, por lo que el secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, les pidió a esos países recibirlos de manera temporal. De hecho, se calcula que unas 6 mil personas están en barcos a la deriva en la zona. En el primer trimestre del año habrían zarpado unas 25 mil desde Bangladesh, principalmente.
Hay allí planteado un gran dilema de compleja resolución. Si la decisión es evitar su ingreso la vida de esas personas estará en serio peligro, si se acoge la sugerencia estas naciones se exponen a que sigan llegando centenares o miles de migrantes que los perjudicaran gravemente en su economía y estabilidad social. Como sea, en el mediano plazo está el desafío de atender esa crisis humanitaria y ponerle controles que eviten su expansión. Sin embargo, en el corto plazo hay que reaccionar evitando muertes.
Hace un mes, aunque todos los días miles de personas se lanzan a la aventura de migrar en busca de mejor suerte, la emergencia estremecía a Europa con cerca de 850 personas muertas luego del naufragio de su barco en aguas del Mediterráneo. Estamos ante un fenómeno internacional creciente del que están sacando mejor partido las mafias que se dedican a sembrar ilusiones en los países pobres para presionar a los más humildes a migrar en condiciones vergonzosas de seguridad e higiene.
Tales mafias corresponden a verdaderos carteles de trata de personas, que manejan redes de esclavitud de hombres y mujeres en pleno siglo XXI, contra las que es urgente una férrea reacción internacional que las ponga en cintura y que además de frenar el fenómeno logre desmontar esas organizaciones criminales. Además de la prostitución mundial o los trabajos forzados, estas organizaciones tejen lazos con las redes mafiosas del narcotráfico y el tráfico de armas. Es fundamental actuar sobre ellas.
La Unión Europea anunció esta semana que buscará establecer una especie de cuotas entre sus países para poder atender a los migrantes y ofrecerles condiciones dignas, al menos, de manera temporal. No obstante, se requieren políticas internacionales coherentes que les cierren el lucrativo negocio a los criminales. El mundo entero está amenazado por estos contrabandos de personas, que lo único que necesitan son condiciones mínimas de sobrevivencia en sus lugares de origen. Lo triste es que el año pasado murieron cerca de 3 mil 200 migrantes en el trayecto hacia un sueño que se convirtió en pesadilla. En lo que va del 2015 son cerca de 1.600 los que han fallecido.
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