a nueva política internacional de no intervención está permitiendo una debacle en Siria y en Iraq y se teme una expansión a otros países en donde hay presencia de facciones yihadistas. El Estado Islámico avanza con su barbarie en una guerra de posiciones, mientras que las grandes naciones no saben cómo actuar, después de que se volvió políticamente incorrecto enviar tropas a ayudar a los países a controlar sus territorios, léase poner muertos de las grandes potencias.
La situación no es fácil. El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha mostrado de todas las maneras que una intervención directa de su país con tropas no es lo que prefiere, lo que hace que otras naciones aun más prevenidas para este tipo de medidas asuman igual posición. No obstante, Iraq perdió Ramadi y se calcula que en Siria las fuerzas del EI ya ocupan casi la mitad del territorio, y a su paso dejan desolación, muerte y pérdidas incalculables para la historia de la humanidad, pues se trata de países en donde el mundo se construyó.
En la nueva estrategia contra el terrorismo, se ha optado desde los países desarrollados en brindar mejor asistencia técnica, entrenamiento militar, entrega de equipos, pero parece que no ha sido suficiente y esto llevó a unas duras declaraciones del secretario de Defensa estadounidense, Ashton Carter, quien manifestó que lo único que no pueden brindarle a las tropas iraquíes es la voluntad de luchar, en clara alusión a que estas han huido dejando a Ramadi ocupada. La respuesta del primer ministro iraquí ha sido contundente, insiste en que recuperarán ese importante territorio, de mayorías suní.
Al otro lado del desierto, fuerzas del EI completan ya una semana apoderadas de Palmira, joya de la historia universal y aún no se conocen las consecuencias de su presencia allí. A diferencia de otros momentos, en los que esta agrupación ha hecho alarde en internet de su destrucción y barbarie, se teme que ha habido cientos de muertes selectivas de civiles, a lo que se suman los cerca de 300 militares muertos en su intento por defender la ciudad. Estos son cálculos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres.
A esta situación se suma el atentado que se presentó en Arabia Saudí el viernes pasado y que dejó una veintena de muertos, con lo que crece la capacidad de hacer daño de este grupo que no actúa como una guerrilla monolítica, sino que se trata de dispersas facciones en varios países del mundo musulmán y cada una opera de acuerdo con sus capacidades, aunque con la misma convicción de que todo aquello que esté en contra del Corán debe ser erradicado, una visión radical, que además va capturando adeptos, mientras crece la emigración y se llenan los campos de refugiados tanto en naciones vecinas como en Europa.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sigue siendo blanco de críticas de buena parte de la comunidad internacional, pues no se ven decisiones que ayuden a pensar que hay esperanzas para los habitantes de estas naciones. Hasta el momento solo ha expresado su preocupación, pero sigue sin asumirse la defensa de los amenazados. Lo más que hasta ahora se ha logrado es que se den bombardeos con aviones no tripulados y no con la contundencia que se requiere para diezmar estas fuerzas. El reto está planteado, pero ninguna nación poderosa parece querer asumirlo sin correr riesgos.
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