e habla siempre de la importancia de asegurar que nuestros niños crezcan sanos, ya que es la única manera de garantizar que el futuro de la sociedad será mejor que el presente. No obstante, la realidad es que por más que se dice trabajar a favor de la niñez aún estamos cortos y son numerosos los infantes que se acuestan con hambre todos los días, que no son atendidos eficientemente en el sistema de salud y que no logran acceder a la educación por diversas razones. Las políticas para la atención de los niños no tienen la coherencia y la solidez que merecen.
El programa Manizales Cómo Vamos divulgó recientemente un estudio que buscó identificar las desigualdades en la infancia de la ciudad, con el propósito de impulsar iniciativas que ayuden a tener una mayor equidad entre nuestros niños. Pese a que la información que existe sobre ellos en las instituciones públicas es escasa, dispersa y poco actual, la investigación llama la atención acerca de las deficiencias que se tienen en la ciudad, entre las que se destaca el problema de mortalidad en la primera infancia, de los 0 a los 5 años de edad.
A Manizales le va mejor que al promedio de la mayor parte del país, pero la realidad es que en el contexto de los criterios establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), estamos muy mal. El hecho de que en el 57% de los casos de fallecimientos de menores de 5 años un buen diagnóstico y tratamiento oportuno podrían haber evitado esas muertes, evidencia que hay deficiencias que es urgente solucionar, si de verdad queremos que nuestra sociedad sea mejor en los próximos años.
Es posible que, como lo asegura el secretario de Salud de Manizales, Carlos Humberto Orozco, en los años recientes se hayan logrado mejoras, pero los avances son demasiado lentos y no se reflejan con claridad en las cifras. Falta mucho terreno por conquistar en temas de prevención y así poder garantizar que desde el seno materno se identifiquen posibles problemas que, tratados a tiempo, evitarían muchas muertes de recién nacidos, por ejemplo.
Es muy alto que la mortalidad infantil en la capital caldense, en el 2013, se haya ubicado en una tasa de 26 muertes por cada mil nacidos vivos. Ese indicador en Colombia es de 17, y en países desarrollados como Alemania y Estados Unidos es, respectivamente, de 4 y 7 muertes de menores de 5 años por cada mil, de acuerdo con cifras del Banco Mundial. Se trata de estándares muy exigentes, pero a los que debemos aspirar con determinación, más cuando hacia esa dirección apuntan los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que harán corte este año.
Desde luego que no se podrá brindar una atención adecuada a los niños mientras que no se derrote la pobreza, por lo que es fundamental enfilar baterías en esa lucha, en la que influye desde la alimentación que recibe la madre hasta las condiciones de calidad de vida en las que crecerá el niño. La Constitución de 1991 eleva a un nivel privilegiado los derechos de la infancia en el país, pero la realidad es que en la práctica tales derechos no tienen el desarrollo que se requiere. Toda la sociedad es corresponsable de su cumplimiento, por lo que es vital tomar conciencia de ello y trabajar para que haya políticas públicas fuertes que ayuden a que los niños de hoy sean adultos sanos en el futuro.
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