En un encuentro realizado este año en Medellín se concluyó que las ciudades tienen vida, tienen sus dinámicas de comportamiento, influyen en la manera de ser de las personas y van creciendo hacia un mejor desarrollo que les brinde calidad de vida a quienes las habitan o se van quedando retrasadas hasta perder espacio en el mapa global. Esta década que corre ha sido llamada por el Banco Mundial de las ciudades intermedias y es en parte porque se ha entendido que será una época para meterse de lleno a mejorar la competitividad de estas.
Las ciudades-estado tuvieron su momento y permitieron el primer impulso hacia la modernidad, primero defendiendo sus espacios, luego colonizando otros y finalmente conversando, negociando con otras, lo que dio paso al comercio y a una mayor acumulación de riquezas, lo que dejó grandes historias como las de Venecia, Génova, Constantinopla y la misma Roma, y entre nosotros las hubo en las comunidades prehispánicas, cuando los imperios Maya, Inca y Azteca reunían a miles de habitantes, algunos extinguidos antes de la llegada de los españoles y otros por su propia mano.
El alcalde de Miami visitó Manizales y se firmó un hermanamiento con la llamada capital de Latinoamérica. No es el primer convenio de este tipo que tiene nuestra capital. Esta misma administración ya firmó acuerdos similares con Benidorm (España) y San Luis (México), en anteriores con Curitiba (Brasil), Rosario (Argentina), Saint Etienne (Francia), Gainesville (Estados Unidos). Esto de las que nos acordamos, pero es posible que haya más.
No obstante, estos hermanamientos casi siempre han sido espasmos para generar algún intercambio inicial, pero que no se aprovechan lo suficiente, por ejemplo, en misiones. Que empresarios, académicos, gobernantes y embajadores culturales visiten otros lugares es clave para el desarrollo del conocimiento, en una ciudad que le apuesta a este. Así que valdría la pena revisar cada uno de estos hermanamientos, si se pueden revivir algunos, ver cómo se involucra al sector privado que es el que más debe propender por aprovecharlos y darles marcha para que Manizales, y Caldas en general, gane con el conocimiento de otros, y seguramente les aporte.
Antes de la crisis del agua hace tres años, a Manizales venían decenas de misiones de otras ciudades del mundo a ver la gestión de Aguas de Manizales, a conocer el modelo de Infimanizales, a entender lo que parecía muy prometedor en San José, a entender más de nuestro modelo de Escuela Activa Urbana, a fijarse en qué había hecho de esta ciudad un referente en la gestión del riesgo. Esto se frenó, más en unos temas que en otros, pero puede retomar el liderazgo. Estoy con Manizales invitó hace poco al presidente de Región Bogotá Connect, Francisco Manrique, a hablar con empresarios y fue claro en que esta ciudad debe ser modelo, su tamaño es ideal para ensayar aquí políticas públicas e innovaciones. Así que tenemos mucho que aprender, pero también mucho que aportar. Para ello es necesario conversar con esos otros entes, llamados ciudades, y podemos empezar por las hermanas.
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