Que en un país casi la mitad de su población sea desplazada debe ser suficiente prueba de que el conflicto que padece es una catástrofe humanitaria. Siria vive esta situación, la cual ha empeorado por cuenta de la crispación que sufre todo el Oriente Próximo. Desde hace tres años, cuando estalló la guerra civil en este país, ha escalado el conflicto al punto que las fronteras no dan abasto y ha provocado que Uruguay, por ejemplo, se haya ofrecido a recibir a niños refugiados, víctimas de esa guerra. De los 23 millones de habitantes que tiene Siria, la ONU advirtió que 10 millones se encuentran afectados por la guerra, de ellos, tres millones tuvieron que abandonar el país. El número crece.
Siria plantea un dilema ético para las grandes potencias, pues con la aparición del Estado Islámico (EI), que ya se extendió a otras naciones como Irak, se ha puesto a los países europeos y a Estados Unidos a pensar en torno a si debe apoyar a otros grupos o Estados no tan radicales en su pensamiento y menos sangrientos, pero que igual violan los derechos de sus ciudadanos e intentan imponer su ley como la única, por métodos menos severos. El EI lo conforman las sectas sunitas, que padecieron el yugo de Al Assad y que aprovecharon el desorden creado ante el intento de derrocarlo para crecer y enviar su mensaje de reivindicación al mundo, de la manera más sangrienta, como la decapitación del periodista James Foley.
El irrespeto a los mínimos protocolos internacionales de la guerra ha llevado a excesos de los rebeldes en Siria, como la retención de medio centenar de cascos azules de la ONU, que se encuentran allí para ayudar a las familias más necesitadas con alimentación y asistencia humanitaria, con lo que confrontan también con quienes pueden ser los garantes de que no haya excesos, mientras Al Assad es señalado permanentemente por imponer un régimen del terror que lleva a que las facciones terroristas peleen entre ellas, pero que además se ofrece como aliado estratégico de su antiguo archienemigo, Estados Unidos, para combatir al EI.
El Gobierno de Barack Obama, que ha sido bastante dubitativo en las decisiones tomadas en la zona, no ha dado muestras de buscar una solución, más allá de promover sanciones o de eventualmente mostrar los dientes, pero sin resultados concretos, pues teme involucrarse como lo hizo su antecesor en los conflictos de Oriente Medio, pero el problema es que saldrá igual de mal librado si decide finalmente hacerlo, o si se queda a la mera expectativa. “Todavía no tenemos una estrategia”, dijo en una rueda de prensa el presidente estadounidense, declaración que fue severamente criticada por los medios de su país.
Líbano, Jordania, Turquía e Irak fueron los lugares escogidos por los refugiados, pero en el primero se han ido extendiendo los combates desde Siria, los demás cerraron también sus puertas por los problemas que trae la población desplazada. Israel reforzó su seguridad en las montañas del Golán, donde derribó un dron sirio que pasó la frontera. Esto se da al mismo tiempo que hay una tregua para detener los ataques en la Franja de Gaza, pero en donde también hubo violencia, haciendo más complejo el panorama del territorio.
La situación es caótica y la ONU se ve a gatas para responder al reto impuesto, mientras que la ayuda humanitaria apenas alcanza para cubrir lo mínimo. No obstante, la peor situación la viven los desplazados internos, esos que se quedaron en Siria, atrapados en medio de las montañas y de las balas, en donde si no reciben ayuda rápido se enfrentarán a una muerte segura. Es hora de que se tomen decisiones que realmente ayuden a la población y dejar la demagogia.
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