La caída de los precios del petróleo y, en general, todo el entorno macroeconómico de la economía, le ha causado un gran daño a Colombia, país que en el informe anual de competitividad del Foro Económico Mundial (FEM) se mantuvo en el puesto 61 entre 138 países, sin que se avance en la necesaria mejora. El incremento de la deuda y del déficit fiscal, así como la creciente inflación fueron lastres que opacaron el buen desempeño en otras variables. Un consuelo es que la mayor parte de las economías del mundo vienen creciendo poco y también se han desacelerado en su capacidad de competir.
Como el año pasado, en esta ocasión los cinco primeros países en el escalafón son Suiza, Singapur, Estados Unidos, Holanda y Alemania. Colombia también está entre los cinco de la punta pero de América Latina, donde el primero es Chile en el puesto 33, seguido por Panamá (42), México (51), Costa Rica (54) y Colombia (61). Otro consuelo es que nuestro país supera a Perú (67), Brasil (81), Ecuador (91) y Argentina (104). Lo real es que en la región estamos estancados frente a Chile, Panamá, República Dominicana y México, que están entre los 10 de mayor avance en el mundo en competitividad.
En Colombia hemos mejorado en infraestructura, en educación primaria y secundaria y hasta en salud, de acuerdo con el informe, pero seguimos rezagados en tecnología, sofisticación empresarial e innovación. También tenemos ingentes tareas pendientes en los requerimientos básicos de los factores de eficiencia, aunque es justo reconocer que fue el ítem más dinámico, pasando del puesto 54 al 48. Sin embargo, el hecho de que se tenga un cuello de botella en el crecimiento de las exportaciones no permitió que se aprovechara al máximo esta mejora.
De acuerdo con lo dicho por empresarios consultados, los grandes obstáculos para avanzar en competitividad son principalmente, y en su orden las altas tasas de impuestos (21,1%), la corrupción (16,2%), las deficiencias en infraestructura (9%), la burocracia (8,7%) y la regulación fiscal (8,6%). Esto demuestra que la reforma tributaria estructural que se anuncia es más que necesaria, sobre todo para desmontar las cargas impositivas que afectan el crecimiento y los proyectos de las empresas y que se convierten en un peso excesivo para la productividad, y en una barrera para el crecimiento en el mediano y largo plazo.
Ahora que los precios del petróleo tienden a mejorar y que la fase de devaluación del peso frente al dólar puede comenzar a ceder, es importante que las autoridades monetarias y el Gobierno Nacional tomen las medidas que ayuden a mejorar el impacto del entorno macroeconómico, y buscar alternativas para que la economía se mantenga en crecimiento e incluso lograr un ritmo de avance más vertical.
El panorama de mejora en la seguridad también es propicio para atraer una mayor cantidad de inversión externa, con la que se puede superar el bache en la generación de empleo y apuntar a que se puedan aprovechar de mejor manera los tratados de libre comercio que Colombia ha suscrito con diversos países. Los desafíos son grandes si queremos ser cada vez más competitivos y salir del estancamiento en el que nos encontramos, siendo conscientes de que lo hecho hasta ahora en infraestructura y educación es pertinente, pero se demorarán varios años en reflejarse en la práctica.
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