or estos días se cumplen las asambleas en empresas y organizaciones, época clave para revisar los números, los objetivos y las metas. A veces las dificultades o el enfoque en producir utilidades hacen que se evalúe el año solamente desde la perspectiva de los elementos atenientes a la producción, la comercialización, las utilidades, pero la administración moderna obliga a que se trascienda, que los análisis no se limiten solo a esto, que también se hagan las revisiones con una mirada más holística, desde el papel que se cumple dentro de la sociedad y cómo se afecta el entorno, todo con base en políticas corporativas de buen gobierno.
Hay administraciones, encabezadas por gerencias y juntas directivas, que en su rol de buscar utilidades para los socios de la empresa en ocasiones no se detienen a mirar otros aspectos y esto lleva muchas veces a que en los momentos difíciles no se encuentren elementos que soporten las decisiones. Por eso es bueno preguntarse si se le está agregando valor al producto que se elabora, si generamos satisfacción a los empleados que hacen posible esa producción, o a los proveedores, si en ocasiones se olvida la necesidad de actuar bajo un criterio de responsabilidad social, si se está trabajando en un entorno innovador, en lo cual juegan aspectos clave el respeto por los derechos de los trabajadores, por el medio ambiente y por la calidad de los productos.
Lo más importante de cualquier entidad es revisar que esté cumpliendo con el objetivo general para la cual se creó. En tiempos de tanta competencia y exigencia en calidad mantenerse y crecer es ya un logro importante, pero esto no puede provocar que nos alejemos de las responsabilidades que también se tienen dentro de las comunidades en donde ejercemos la labor. Qué bueno que se aprovechen los espacios colegiados, como las asambleas, para que se hablen de otros asuntos, como el balance social de los empleados, cómo están creciendo ellos y sus familias con la empresa, si las políticas de responsabilidad social empresarial están sirviendo para aportarle a la comunidad y entenderse como parte del espacio que se ocupa.
De nada sirve una empresa con unos excelentes resultados financieros si le preocupa poco qué pasa a su alrededor. Manizales, por ejemplo, necesita empresarios comprometidos con la ciudad para acelerar el camino hacia una mejor ciudad para todos, en donde se tengan más oportunidades, tema que sigue generando preocupación en varios sectores, y se mejore la calidad de vida.
Una región próspera también ayudará a las compañías que se instalan allí, pues se camina hacia un círculo virtuoso y si así es se tendrá una mejor preparación para enfrentar retos como el que se anuncia este año, con un entorno económico menos favorable que los últimos que se han tenido, para lo cual también se exige estar preparados y tomar desde ya decisiones que ayuden a pasar las dificultades que se puedan venir sin salir lesionados. La economía colombiana ha aprendido de las lecciones del pasado, pero nunca sobra extremar medidas y anticiparse con decisiones a escenarios adversos. Desde aquí invitamos a que las juntas y asambleas den este paso, como ya lo hacen muchas compañías, y se vean como parte de un engranaje en la sociedad y no como unas islas cuya única finalidad es la rentabilidad de los accionistas.
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