a ha ocurrido en el pasado que los estudiantes de los colegios públicos de Manizales y Caldas comienzan sus jornadas académicas anuales y solo varios meses después despegan las labores de los restaurantes escolares, lo que podría calificarse como un absurdo. Más, cuando los argumentos que se esgrimen son que los recursos no fueron provisionados con anticipación, que los procesos licitatorios tuvieron tropiezos o que no se han podido firmar los contratos, entre otras disculpas.
Ya está previsto que el 19 de enero del 2015 comenzarán las clases en los establecimientos públicos de Manizales. Y hoy es un hecho que el Concejo Municipal avaló el acuerdo entre la Secretaría de Educación y el Ministerio de Educación Nacional para establecer la jornada extendida en la ciudad, la cual solo podrá ejecutarse en la medida en que los alumnos cuenten con los desayunos y almuerzos necesarios para rendir en sus estudios. Para esto se destinarán $2.884 millones.
La Administración Municipal debe desarrollar todas las acciones que sean necesarias para que los tiempos coincidan. Las clases no deben arrancar sin que se tenga asegurada la alimentación del convenio de jornada extendida. El proceso contractual debe agilizarse lo máximo posible para poder cumplir, pues solo en la medida en que se cuente con todo lo necesario será productivo tener a los alumnos más tiempo en las aulas.
Ahora bien, esa agilidad en los contratos también tiene que venir acompañada de calidad en el servicio y hasta de condiciones que comprometan a las empresas prestadoras a tener empleados con todas las prestaciones laborales y cobertura de salud, de tal forma que no se repitan episodios como los que nos ha tocado ver en el más reciente contrato de alimentación firmado por la Gobernación de Caldas con una empresa de Montería (Córdoba).
No puede aceptarse que se diga que la alimentación no estará desde el primer día, pues hace ya buen tiempo se conocen las fechas y es más que sabido que poco después de la mitad de enero arrancan las clases cada año en los establecimientos públicos. Tiene que entenderse que esta es una prioridad y que no serán admisibles argumentos sin contenido, pues todo está tan claro que no hay lugar a supuestas sorpresas.
No podemos olvidar que entre los objetivos de la jornada extendida está la mejora en el rendimiento académico de los estudiantes y, en general, de la calidad educativa. Iría en contra de esos principios obligar a los niños y a los jóvenes a permanecer más tiempo en el colegio sin la alimentación adecuada. Esta estrategia tendrá sentido en la medida en que sea completa y seria. No se puede tratar solo de retener a los muchachos, sino de que logren ser mejores estudiantes y mejores personas, y para eso tiene que haber coherencia.
Lo mismo debe hacerse con el transporte, cuya contratación también falla con frecuencia, y que resulta vital para los alumnos de zonas alejadas de los colegios. Esperamos, pues, que se aprovechen los días que quedan del 2014 y las primeras dos semanas del año entrante para que se disponga toda la logística y los trámites administrativos que garanticen un éxito en el valioso programa de jornada extendida.
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