Los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc han sembrado esperanza en el país de que los episodios de guerra se queden para siempre en el pasado, que el futuro esté configurado por acciones serias y consistentes que lleven a la construcción de un mejor país, sin violencias y con un camino expedito hacia la prosperidad. Pese a todos los obstáculos, ya cerca de 6.500 guerrilleros están en las zonas veredales transitorias y se disponen, a partir del próximo primero de marzo a comenzar la entrega de las armas a las Naciones Unidas.
El objetivo es que cuando se cumpla el día 180, el primero de junio próximo, ningún miembro de esa organización tenga armas y que pueda caminar de manera muy eficiente su reintegración a la sociedad colombiana. Es cierto que se presentaron demoras en la adecuación de las zonas veredales y que no son óptimas las condiciones que encontraron los guerrilleros que fueron llegando desde finales del mes pasado, pero sí estamos seguros de que la actual es una situación mucho mejor que la que cotidianamente tenían estas personas en medio de las montañas, casi siempre a la intemperie y sin las condiciones de salud e higiene dignas.
Sin duda hay que seguir haciendo algunos ajustes en la logística y el Estado tendrá que esforzarse para que se cumplan todos los puntos pactados, sin más retrasos y sin perder ni el rumbo ni el impulso, pero no es el momento de hablar de hacer cambios en los cronogramas, ni tratar de cambiar nada de lo que está previsto en los acuerdos. Todo lo que está condensado allí hay que cumplirlo sin disculpas, y menos por cosas tan nimias, cuando la esencia del resultado es que se garantice una transición cierta y eficiente de la guerra a la paz. Por ejemplo, los contenedores para depositar las armas tienen que estar listos cuanto antes, para que el primer 30% de las armas sean depositadas allí la próxima semana.
El organismo de seguimiento y verificación del que hacen parte representantes de las Farc, del Gobierno y de las Naciones Unidas tiene que mantener una política de fluida comunicación interna, evitando el uso de cartas y comunicados públicos que pueden generar confusión y malos entendidos. Deben tenerse los protocolos necesarios que permitan evacuar toda clase de dudas y hacer los ajustes que sean pertinentes, sin que se alteren los cronogramas generales y sin que se provoquensituaciones que enrarezcan el ambiente en la opinión pública. Además, las Naciones Unidas deben garantizar plena neutralidad en sus actos, de tal manera que su papel brinde las garantías que exige este proceso.
No pueden permitirse más desacuerdos en el interior del ente verificador. Ahora es que se requiere mayor cohesión y trabajo en equipo, para que avance con rapidez la conformación del listado general de guerrilleros, el censo de las armas, la destrucción del material inestable, la información acerca de los guerrilleros que deberán comparecer ante los tribunales de la Jurisdicción Especial para la Paz y la implementación de los programas de reintegración que les abra nuevas posibilidades de ocupación productiva para quienes dejarán las armas. Hay que cumplir los acuerdos con todas las de la ley y desactivar cualquier posibilidad de que haya retrocesos.
Mientras tanto, también se requiere que en el Congreso de la República avance a buen ritmo en la discusión de las leyes para la implementación de los acuerdos, haciendo un uso responsable del fast track. Una buena noticia en este sentido es la aprobación del proyecto de Acto Legislativo que le da estabilidad y seguridad jurídica al Acuerdo de Paz. Así se blinda el acuerdo, y el Estado cumple parte importante de sus compromisos con las Farc. Lo ideal es que todos los involucrados sigan concretando lo que está previsto sin querer hacer cambios de última hora.
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