LA PATRIA | MANIZALES
Abrigo de macho, macho
Cobija de cuna paisa
Sombra fiel de mis abuelos
Y tesoro de la patria
Reza un verso de La ruana, canción de Luis Carlos González. Esa estrofa de ese bambuco resume este artículo. La elaboración de ese poncho en forma de capote tejido en telares con lana de oveja es de macho, macho, de ello dan fe las manos ásperas de Luis Enrique Marulanda Marulanda, quien durante 27 años trabajó la lana con la Cooperativa Ovina de Marulanda, en dos períodos, de 1978 a 1996 y desde el 2014 hasta hace tres meses.
A sus 72 años reconoce que no tiene a quién transferir sus conocimientos. “Hay un problema con la juventud tremendo que solo desea vivir pegada de los celulares nada más, del internet, ni quiere saber de campo, ni quiere saber de nada”, reflexiona Luis Enrique, quien es portador del legado de su tío, Wilson Marulanda González, quien lo llevó a trabajar la lana.
El proceso se lo sabe de memoria: “Se extrae la lana de las ovejas, a eso se le conoce como esquila; después se lleva a unos tanques para lavarla con agua caliente, jabón y se golpea con un mazo para sacarle las suciedades. Se seca al aire libre, luego se pasa por una pica o diabla la cual descarmena la lana, después a la cardamechera donde se obtiene el cadejo, posteriormente las hebras de lana salen en conos y pasan a la hiladora de donde salen los usos y de ahí pasa a la madejadora que saca las madejas. Se vuelve a lavar, apenas se seque ya se hace el urdido en la urdidora y se monta a los telares”, todo ese trabajo lo hacía Luis Enrique en una maquinaria de 1892.
Él no tiene a quién transmitir esa vocación artesanal y prácticas propias de su cultura, igual trabajaba en una maquinaria que es un museo, lo que impedía que la producción fuera continua, razón por la que la Cooperativa decidió apagarla. Por eso en el pueblo dicen que hay mucha lana y poca ruana.
“Esa máquinaria llegó entre 1962 y 1964 y ya venía con un uso. Aquí llevamos 56 años usándola, o sea que lleva funcionando 132 años, más de un siglo”, se ríe Luis Enrique, tras hacer las cuentas, razón por la que se dificultaba su trabajo, es como si el tiempo se hubiera detenido en Marulanda.
La materia prima con la que trabajaba sale de los 1.083 ovinos, 200 moro colombiano y 883 merinas que pastean en las tierras que tiene la Cooperativa Ovina creada el 19 de octubre de 1937 por el sacerdote Francisco Javier Mejía.
Esa entidad, ubicada en el corazón de Marulanda y que está en el corazón de sus habitantes, hoy posee un patrimonio inmaterial incalculable que, según Luis Enrique y Rodrigo Andrés Ospina Garcés, gerente de la Cooperativa, se debe preservar, proteger y promover. Porque la ruana como dice la canción de Luis Carlos González es tesoro de esa patria llamada Marulanda.
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