ALEXANDRA SERNA
LA PATRIA | MANIZALES
El viento que levanta faldas en la esquina de Torres Panorama, de Manizales, tiene algo en común con el tifón o huracán que causó hace un mes la muerte de 5 mil 700 filipinos, en Asia oriental: es aire en movimiento.
Las diferencias son, sin embargo, abismales. Mientras en la capital de Caldas no se tienen reportes de vientos que superen los 50 kilómetros por hora, según la Red Hidrometeorológica de la Universidad Nacional, el tifón Haiyan alcanzó una velocidad de 315 kilómetros por hora que explica su poder destructivo.
Cristian Euscátegui, jefe del Servicio de Pronósticos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y Fernando Mejía, investigador del Instituto de Estudios Ambientales de la U. Nacional de Manizales, explicaron porqué y cómo se forman los tifones, huracanes o ciclones tropicales.
Las tres denominaciones se refieren al mismo fenómeno, pero se llaman así según la región donde se desarrollen.
Por la rotación de la Tierra hay un momento en que una cara del planeta está iluminada por el sol y, por ende, se calientan los gases que forman la atmósfera. La otra cara está oscura y la capa de aire que nos rodea se enfría. Estos gases, que pesan sobre nuestras cabezas (presión atmosférica), se mueven de un lado a otro buscando equilibrio. Por eso hay vientos.
Los huracanes se forman donde la presión atmosférica es baja comparada con lo normal en esa zona. Los cambios de temperatura, radiación solar y velocidad del viento causan esa inestabilidad, haciendo que los gases pesen menos.
Esto sucede en la Zona de confluencia intertropical, que es una franja imaginaria en la mitad de la Tierra donde convergen los llamados vientos alisios del noreste y del sureste. Se mueven de oriente a occidente, de arriba hacia abajo y viceversa, vienen fríos y se calientan.
Las masas de agua que rodean la Tierra son materia prima de estos fenómenos atmosféricos, que se generan así:
1. El viento empieza a desplazarse en forma ondulada y lleva humedad, por eso llueve.
2. Esa ondulación gana cada vez más circulación. Esto sucede por la Fuerza de Coriolis, consiste en que el viento replica el movimiento de rotación de la Tierra. En el Hemisferio Norte el torbellino gira en sentido antihorario y en el Sur, en sentido horario o según las manecillas del reloj. Esto se puede observar, por ejemplo, cuando se vacía el baño.
3. En la medida en que el torbellino pasa por zonas calientes -donde la temperatura del mar supere los 27 grados centígrados-, gana más humedad y bandas nubosas por la evaporación del agua.
4. A mayor velocidad, aumenta la probabilidad de que se convierta en huracán (ver infográfico Cada vez más veloces, como bolas de nieve). No todo ciclón tropical llega a esa fase.
5. Cuando choca con la costa, la fricción con la tierra hace que pierda fuerza y luego se disuada (no antes sin provocar estragos).
La Organización Metereológica Mundial, de Naciones Unidas, expide una lista de nombres en orden alfabético, alternados entre masculino y femenino, para denominar los fenómenos atmosféricos que vayan ocurriendo durante el segundo semestre de cada año. Por lo tanto, Haiyan no fue inventado, sino que era el nombre que seguía.
La península de La Guajira y el archipiélago de San Andrés y Providencia han sido históricamente los sitios vulnerables de Colombia ante la formación de ciclones tropicales. Los vientos alisios del noreste, que pasan por allí, pueden perder fuerza si los vientos del sureste avanzan con ímpetu, mitigando el impacto. Los más expuestos, en este caso, serían Haití, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, que se localizan en el Mar de las Antillas.
La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres informó esta semana, de hecho, que al norte de la isla de San Andrés se comenzó a gestar el pasado 15 de junio la tormenta tropical Barry, que se convirtió en una depresión tropical. La temporada de huracanes en el Océano Atlántico contribuyó, a lo sumo, a la generación de lluvias en la Costa Caribe.
Si bien las lluvias y vendavales que ocurren en la Zona Andina, donde están Caldas y Manizales, son un fenómeno diferente a los huracanes, su origen también radica en los cambios de la presión atmosférica y al cruce de los vientos alisios.
Se forman cuando una masa de aire frío y denso desplaza de forma súbita el aire caliente, en un movimiento vertical ascendente y en forma de espiral que puede alcanzar hasta 400 kilómetros por hora. Los daños son muy concentrados, pero devastadores. La predicción es posible, además de su avistamiento. Ocurren en tierra y son comunes en Estados Unidos.
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