Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
En su regreso a la raya del Once Caldas, luego de 10 fechas, el técnico Javier Torrente se portó ayer como un caballero, salvo en algunos detalles. Al ingresar al campo, y tras los himnos, buscó a Alberto Gamero, orientador del Tolima, para saludarlo. Se puso la escarapela, echó un vistazo a las barras a manera de saludo y cruzó las manos para ver los primeros minutos.
En ese mundo de gestos y gritos, propio en los bancos técnicos de los equipos de fútbol, Torrente manoteó, gritó, le dibujó al juez de línea una supuesta carga sobre Óscar Estupiñán, y le dijo con la cabeza no a una falta del local.
Hasta ahí todo normal. Sin embargo, en el minuto 26 tuvo una pequeña pérdida de control. El cuarto árbitro le exigió que volviera a la zona técnica, pues se metió unos centímetros adentro de la línea de juego. Sus manos y su voz iban dirigidas a Jhon Valoy, quien concluyó una jugada con falta al arquero Silva. Torrente tomó una botella de agua y la estrelló contra el piso.
La mano
Claro que la escena está lejos de la del domingo 19 de julio, en el partido en Manizales contra el Junior. Esa tarde el argentino, de 46 años, en solo 25 segundos recibió tarjeta roja por reclamar un presunto penal, lanzó una patada, empujó al cuarto árbitro y tiró la escarapela.
La tremenda rabieta le salió cara, basta con decir que era la segunda fecha y apenas ayer en la 13 retornó a dirigir a su equipo desde la raya. Tal vez, la lección le sirvió y ayer no pasó de botar la botella.
El resto del juego para el experimentado orientador rosarino trascurrió normal en términos futbolísticos. Sus movimientos de manos y gritos no fueron para la terna arbitral, de buen desempeño, si no para sus jugadores, sobre todo los delanteros que poco inquietaron el arco rival, y por momentos le colmaron la paciencia a él y a los 9 nueve mil espectadores.
Sus dirigidos sí lo pusieron a sudar; a tomar aguita; a ponerse en cuclillas; a consultar seis veces con su asesor técnico, San Juan, y a hacer fuerza en las últimas jugadas con el arquero suplente Juan Carlos Henao añorando el gol que nunca llegó en un deslucido 0-0 .
En casa
De todas maneras, para Torrente una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Así lo demostró en el minuto 21. Le dio un toque de apoyo a Valoy en la espalda cuando ordenó cambiarlo por Cristian Fernández,a pesar de que lo regañó varias veces durante el encuentro.
Y al final del juego, corrió al banco visitante para felicitar a Gamero. Luego, de retorno al camerino, lanzó un aplauso al aire y miró a sus hombres, todavía en la cancha. Minutos después en la rueda de prensa reconoció el papel disciplinado de los tolimenses, la que consideró buena actuación de la defensa del blanco y la falta de certeza de su zona ofensiva para desequilibrar el marcador.
Fue un partido jugado con tanta simpleza que no dio alegría, pero sí rabia,. Y como la ropa sucia se lava en casa, el regaño llegó en el camerino.
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