Premio a la vida y obra de Marta Rodríguez
Historia de una contadora de historias. Legado para la reparación. Documentales.
Sergio Villamizar D.
LA PATRIA | BOGOTÁ
Para profundizar en la historia de los últimos 50 años en Colombia se debe recorrer y analizar la obra de Marta Rodríguez, pionera en el género documental, comprometida con la problemática social, que muestra de manera poética.
Su trabajo le mereció la distinción Premio Vida y Obra de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, que cada dos años reconoce la trayectoria de artistas y gestores culturales en la capital. El reconocimiento, que se entregará en octubre, Mes del Artista colombiano, incluye 50 millones de pesos y la publicación de un libro biográfico que se editará en el 2015.
Marta Rodríguez recuerda cómo en 1966 comenzó su primera obra documental Los Chircales, que se convirtió en pieza clave de lo que se conoce como el Nuevo Cine Latinoamericano. "Usamos unas cámaras suizas con las que se transmitían los noticieros, con estas se hizo el cine político de América Latina. Eran muy resistentes y tenían carretes de 100 pies que duraban dos minutos y 30 segundos", dice.
Desde los años 70 hasta finales de los 80 trabajó con su esposo, Jorge Silva. Ellos se comprometieron a entregar el testimonio de las luchas de las poblaciones indígenas y de las que no son escuchadas del país.
Sin recursos
- ¿Cómo empezó a hacer documentales en los años 60?
Empezamos de cero porque solo existía la televisión. No habían escuelas de cine ni equipos, pero a mí la televisión me sirvió mucho, porque me dio cámaras y laboratorios gratis.
- ¿Cómo llegó a este género audiovisual?
Cuando estudiaba sociología nos daban clase Camilo Torres y Orlando Fals Borda. Camilo tenía la idea de que la sociología se hacía con la gente, él fue quien me llevó a los Chircales para alfabetizar a los niños que bajaban los domingos hasta Tunjuelito. Llegaban en un estado lamentable. Allá la ley era: quien no trabaja, no come, por lo que desde los cuatro años de edad los niños tenían que cargar ladrillos.
- ¿Y al cine documental?
Me retiré de sociología y entré antropología. Quería contar la realidad de esa comunidad, pero aquí no habían escuelas de cine por lo que me fui a Francia a estudiar cine y etnología, al regresar al país con el conocimiento para hacer cine documental retomé mi carrera de antropología.
- ¿Usted fue pionera en el género?
Sí. Gabriela Samper hacía crónica, como El páramo de Cumanday, que muestra la lucha del hombre en el Nevado del Ruiz, pero el formato de documental como lo conocemos, con una antropóloga y un fotógrafo, no se hacía, y menos dedicarle cinco años a un proyecto como este.
- ¿Cómo accedió a la tecnología de ese momento?
Conocí en París a Fernando Gómez Agudelo y me dijo que cuando volviera a Colombia lo llamara. Claro que antes de llamarlo hicimos todo el trabajo de campo, recorrimos las montañas de Chircales para encontrar una familia, establecer una relación de confianza y que pudiéramos llegar luego con las cámaras. Así llegamos a los Castañeda.
- ¿Cómo era esa parte de Bogotá?
Son unas lomas al sur que pertenecían a una sola familia. Era un terreno inmenso donde explotaban a las personas que vivían en allí. Había que pedir permiso para ingresar y apenas vieron lo que queríamos hacer nos quisieron sacar, de hecho sufrimos un atentado.
- ¿En qué trabajaban en Chircales?
La familia propietaria arrendaba los terrenos a un contratista, este contrataba gente para hacer ladrillos. Habían varios hornos y trabajaban entre tres y cuatro familias por horno. Si no cumplían las metas de producción los sacaban de los terrenos. El control era tal, que hasta tenían que votar por el partido Conservador. Al final los echaron a todos.
Encuentro con la historia
- ¿Cómo eran las personas sometidas a esos trabajos?
Eran familias analfabetas, cuando llegamos creamos un proceso de cambio. No tenían prestaciones ni derecho a protestar y cuando presentamos el documental, muchos compañeros de la Universidad Nacional se fueron a ayudar, hasta que se creó un sindicato de ladrilleros. Allí filmábamos y proyectábamos para que la gente tomara conciencia. Esa ladrillera se acabó en los años 80 por lo tóxico de su producción.
- ¿Y Chircales II?
Hace algunos años me pidieron que lo realizara. Volví para encontrarme con esos hornos que ya están en pedazos. De hecho, quieren rescatarlos para la memoria, porque allí se fabricaron los ladrillos con los que se construyó parte de Bogotá. El trabajo de niños y mujeres que cortaban hasta 1.500 ladrillos al día. Me encontré con gente que de niños habían sido obreros, ellos desean que esa historia no se pierda. Recogimos esa memoria y la llamamos De barros y alfareros.
- ¿Qué pasó con la familia Castañeda?
Somos muy amigos, casi familia, pero la mayoría ha muerto producto de enfermedades por el trabajo que hicieron en Chircales, algunos con cáncer, otros casi inválidos, lo que es muy doloroso. Ellos participaron en todo y todo se lo consultaba a ellos, porque fue el método de realización participativa.
- ¿Cuál fue su siguiente trabajo?
Planas: testimonio de un etnocidio, con la productora de Gustavo Pérez. Es la historia sobre la masacre indígena en el Vichada. Ahí el país supo que en Colombia habían indígenas y que los estaban masacrando. Cuando estaba haciendo este documental en Villavicencio se realizó el juicio de la masacre de los indios cuivas, al que asistí, allí se argumentó en defensa que matar indios no era un delito porque ellos eran nómadas y no entendían el esquema de la propiedad privada. Al pensar que la tierra era de todos y sacrificar un animal para comer, los propietarios de la tierra sentían que eran depredadores.
El universo indígena
- ¿Después fue Nuestra voz de tierra, memoria y futuro?
Sí, lo realizamos en el Cauca, con el proyecto de recuperación de tierras, pero también de identidad y de costumbres. Fueron cinco años, para luego tener que ver cómo empieza de nuevo la matanza de indígenas por quienes quieren apoderarse de sus tierras, por lo que continuamos nuestro trabajo allí para hacer el documental Las voces de los sobrevivientes.
- ¿Qué pasó con la floricultura en la sabana?
En los años 80 se usaban en las plantaciones de flores de la sabana de Bogotá pesticidas que estaban prohibidos en el mundo, menos aquí. La floricultura tiene un alto porcentaje de mano de obra femenino. Las fumigaciones las hacían encima de ellas, por lo que se presentaron abortos, problemas visuales y de hongos. Sobre eso hicimos Amor, mujeres y flores.
- ¿Cambió el tono con la tragedia de Armero?
Fue otro cine, ya no tan político. Nacer de nuevo lo realizamos en el coliseo de Honda donde vivieron muchos de los damnificados. Nos concentramos en historias de personas de la tercera edad como la de una señora a quien Fidel Castro le había regalado una gallina. A pesar de todo sentía orgullo de tener la mejor carpa. Irradiaba esperanza a todos.
- ¿Cómo ve hoy el documental?
Hay grupos trabajando en este género en Cali, Medellín y Santa Marta. También está el interés de grupos indígenas por contar sus historias. Creo que parte del trabajo que hemos realizado está en que las comunidades entendieran el valor del documental como documento histórico y de memoria.
- ¿Por qué la importancia de hacer memoria?
Es lo que queda, es vital para la gente que no conoce los hechos del pasado. En la actualidad los chicos que están interesados en el mundo audiovisual saben mucho de técnica, de cámaras y planos, pero poco o nada de lo que quieren contar.
En el Cauca una comunidad hizo su propio documental sobre las víctimas de los ataques de las Farc, con casos de niños que han muerto a causa de estos combates. Nosotros hacemos la edición, con otros elementos, entrevistas y testimonios. De ahí salió el documental No hay dolor ajeno que muestra que la guerra se volvió a deshumanizar.
- ¿Qué piensa de los videos caseros que se publican en la red?
Es un nuevo lenguaje en el documental. Es una nueva forma de presentar la realidad. Los grupos étnicos tienen lo que llaman "Las cámaras de la resistencia", para que la gente se dé cuenta de lo que ocurre. Antes la sociedad solo tenía la versión oficial y lo que transmitían los medios de comunicación.
Documentalista
Marta Rodríguez nació el 1 de agosto de 1933 en Bogotá. Hizo estudios de filosofía y sociología, pero se graduó como antropóloga de la Universidad Nacional. Estudió cine en Francia.
Sus trabajos han recorrido el mundo. Ellos han sido aclamados y premiados en festivales internacionales de cine.
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