No soy hombre de relaciones directas con el ejercicio político, sino un modesto ciudadano que preocupado por el acontecer nacional, hace un alto en su ejercicio profesional del Derecho, para pensar ante sus conciudadanos en la unión del liberalismo. Soy ajeno en la hora de ahora a cualquier expresión de grupo o corriente en las cuales esté dividido el Partido Liberal y lo que opine y diga corresponde a una independencia y sentimientos muy personales.
Yo creo que si la Nación está pensando a conciencia en buscar los caminos de la paz intentando para lograrla resolver los graves interrogantes de tipo social y económico a nuestro pueblo, no menos importante es que el Partido Liberal piense con idénticos sentimientos en la necesaria unión del liberalismo para que sus principios y sus programas puedan orientar el futuro de Colombia.
No es posible continuar en la división, ni que las pasiones que no persiguen cosa distinta que el mantenimiento de sorpresivos liderazgos, sigan manteniendo a las mayorías nacionales ausentes del manejo del Estado, de las respuestas que el pueblo exige a quienes tienen la obligación moral y política de darle soluciones a los agudos traumatismos colectivos que padece nuestra sociedad, mientras lo que está sucediendo es el triste espectáculo de liquidar un gran partido con un pasado histórico luminoso y con un destino histórico hacia el futuro que es superior a cualquiera de sus ambiciosos dirigentes que tiene fraccionada nuestra colectividad.
El país nacional, que somos nosotros y del que hablara tan alteradamente Gaitán, está impaciente, atónito, ante esta farándula de mediocres actores y peores ideólogos.
El liberalismo, deben comprenderlo, no es una panacea para el enriquecimiento sin causa, para la vigencia de la corrupción, para el florecimiento de prestigios basados no en el esfuerzo y el estudio sino en el manejo de dóciles recuas electorales y de jefaturas "made in home".
El liberalismo es otra cosa, es una tesis amplísima sobre el manejo del Estado, sobre una programación filosófica y política que puede sopesar y resolver las necesidades sentidas de que hablara Lleras de un pueblo acosado por la pobreza y el infortunio. El liberalismo es un partido para la defensa del desarrollo económico, es el protector de las fuerzas productoras y del hombre trabajador, reclama el honesto y progresista manejo del capital, busca las posibilidades de empleo, es el ejecutor de las grandes reformas labores, educativas, la tenencia de la tierra y su producción para un mejoramiento del sector agrario colombiano, salud, vivienda, temas todos estos vitales pero que solo sirven para un regular manejo oratorio en vísperas electorales y que después son cubiertas, como un sarcófago, con el sudario del olvido político.
El liberalismo tiene que convocar y mover la conciencia nacional. No puede quedar sin piso frente a la audiencia expectante (y crece la audiencia como dijera el poeta Zalamea), porque a nadie le estamos dando respuesta a sus personales angustias, ni a las angustias colectivas y el pueblo, así, cree al Liberalismo inferior para el manejo de los grandes destinos nacionales. La urgencia es la unidad del partido para dar las futuras batallas democráticas, es necesario avivarla "con la resolución de no ser más espectadores pusilánimes de nuestra conducta y de la de los demás".
Es un gran acto de grandeza con Colombia, es un compromiso ineludible con la Nación que espera y exige mucho de nuestra decisión liberal y patriótica. Es un acuerdo de prohombres y patriotas, nunca de un avispero enfurecido vigilando la miel de las prebendas, los personalismos y los contratos.
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