Jon Lee Anderson, uno de los más prestigiosos reporteros de guerra y escritores sobre conflicto que hay en el mundo - su biografía del Che Guevara se estima que es tal vez la mejor, al ser preguntado por la revista Semana sobre su mirada al naciente proceso de paz entre el Gobierno nacional y las Farc, respondió lo siguiente: "tengo un buen presentimiento sobre este proceso y el futuro de Colombia. Para mí, este sí es el principio del fin de las Farc". *
Viniendo de donde viene, este comentario estimula el ánimo y le da más asidero al optimismo que empieza a crecer en relación con este proceso de diálogo y negociación que arrancará en firme en pocos días en Oslo, Noruega. Es que hay razones para el optimismo, para un optimismo maduro y realista. Las condiciones vigentes del estado de la confrontación, la apertura del Gobierno a explorar un diálogo prudente y realista y la lectura que parece están haciendo los líderes de la guerrilla de todas las variables que intervienen en el terreno de la guerra y la paz, nos pueden llevar a pensar que esta vez sí será.
Sin embargo, el razonable optimismo no implica que el camino sea fácil; que los retos que se presentarán en estos meses que vienen no sean enormes, y que no habrá momentos de gran dificultad, alejamiento entre las partes y presencia de callejones sin salida. No se podría esperar menos. El Gobierno lo entiende claramente. Lo bueno es que ya hay un muy buen comienzo: una agenda sensata, realizable y conveniente. Un acuerdo de paz con las Farc y el Eln, de darse, será una de las mejores noticias que la nación habría de recibir en toda su vida republicana. Será como un sueño, hasta hoy imposible, que se hace realidad. Si la gran noticia de un acuerdo de paz se llega a dar, como la gran mayoría espera, habrá que entenderla como un primer paso en la construcción de la paz social, con un inmenso valor histórico, pero al fin y al cabo un primer paso. Pensar que después de un acuerdo todo está logrado y todo puede seguir tal cual, sería un grave error con consecuencias perversas a futuro.
A partir de un pacto de paz comienza un enorme trabajo para el Estado y la sociedad en varios frentes de acción: el primero será trabajar profunda y consistentemente en aliviar los dolores que deja la guerra. Esto significa reconocer el gran daño que se ha hecho y procurar por todos los medios posibles expiar la violencia. Las vidas perdidas no podrán recuperarse, el sufrimiento causado no se puede eliminar de manera fácil; pero sí se pueden emprender acciones que traigan alivio y reconocimiento a todos los que han padecido. Estado y guerrillas están en la obligación de trabajar arduamente en este terreno. La ley de víctimas y de restitución de tierras es un buen comienzo en este terreno, pero falta mucho más.
Las regiones en donde las guerrillas han actuado a sus anchas, son también las regiones más abandonadas; su conjunto ha sido llamado por muchos como "la Colombia profunda", allí todo es distinto a como lo vivimos en las ciudades. Estas regiones tendrán que ser redimidas, si de verdad queremos una paz estable.
Hay órdenes sociales proclives a generar violencia, es decir, estructuras sociales y económicas que facilitan el surgimiento y el mantenimiento de la violencia. Así lo ha demostrado en sus muy serios estudios Gustavo Duncan respecto al paramilitarismo y a los señores de la guerra, aquellas personas que por la fuerza, la violencia y la intimidación someten a regiones enteras y las dominan como señores feudales. Es tarea después de un acuerdo de paz la transformación de estos órdenes sociales en estructuras más modernas, justas y al amparo del Estado.
La política no se puede quedar en lo que tenemos, porque es bastante deficiente. Tiene que abrir sus puertas a los que llegan, a los que dejan las armas, y generar límites y barreras para quienes la ven como un negocio. Hasta que no se encuentren en un mismo espacio política y servicio no habrá bienestar para la sociedad.
Para finalizar, pero sin agotar los temas, tiene que parar la violencia contra la naturaleza, contra el ambiente. La tierra que nos sustenta tiene un límite, y estamos abusando de sus posibilidades. Es urgente hacer un tratado de paz con la naturaleza, pues de lo contrario, la paz entre las personas no tendrá cómo sostenerse. En últimas, la paz entre las personas y la paz con la naturaleza están estrechamente ligadas.
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Entrevista completa a Jon Lee Anderson http://www.semana.com/nacion/tengo-buen-presentimiento-sobre-proceso-paz/186047-3.aspx o en Google: "tengo un buen presentimiento sobre el proceso de paz"
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