Las ideas políticas que se han madurado con hondas reflexiones no trascienden el breve espacio de una mesa de tertulia, o de un congreso ideológico, porque se impone el continuismo de los usufructuarios del sistema, tal como está. La democracia que se practica en los países acogidos a ese sistema no es ni sombra de lo que crearon los filósofos griegos y difundieron los enciclopedistas franceses, gestores de la revolución que dio al traste con la monarquía absoluta y se convirtió en modelo para muchos estados modernos. Al respecto decía Churchill, excelente hacedor de frases: "La democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás". Es decir, monarquías absolutas, dictaduras, teocracias… El estadista británico vislumbraba la perversidad en la que había caído el sistema, por culpa de los políticos, que dejaron de pensar en el bienestar de los pueblos por resolver sus asuntos personales, y los de sus familiares y amigos.
La gente, cuando va a criticar el sistema político, suele decir: "es que en este país…". No, Colombia no es el único que está en crisis institucional. Y tal vez está mejor que muchos. Por todas partes en el mundo hay evidencias del abuso que se hace del sistema democrático representativo. Entre otras cosas por la reelección reiterada de los "representantes del pueblo", que ellos mismos institucionalizaron para perpetuarse en las curules, sin que puedan revocarse sus dignidades, así demuestren ineptitud y superen edades críticas; y exhiban condiciones físicas y mentales lamentables. Algunos, solo acreditan su supervivencia con los ronquidos que emiten durante los debates parlamentarios. Sin embargo, conservan intacta la capacidad de intriga. Son políticos sin fecha de vencimiento. Y han administrado tan bien sus feudos electorales que funcionan solos, por inercia. De otra manera no se explica que sean reelegidos una y otra vez unos viejitos a quienes los cajones de las curules no les sirven sino para guardar las pastas que tienen que tomarse, que alguno de sus asistentes legislativos les ordenan por colores, y la señora de los tintos les recuerda cuándo se las tienen que tomar y les trae el agua.
El otro caso es el de los quemados en los hornos de la corrupción, que después surgen de entre las cenizas como el ave Fénix y reasumen posiciones mesiánicas como si nada hubiera pasado, entre otras cosas porque logran aplazar los procesos hasta que se beneficien con la prescripción y a la gente se les olviden.
"Entice y vuelva y taque" o "baraje y vuelva a dar", es la consigna que debe imponerse para que la sociedad reaccione y se sacuda el lastre de los viejos caciques. Y esto solo es posible si la juventud se prepara para relevar a esos mastodontes que dominan la política en las regiones, o en determinados sectores de las grandes ciudades, gracias a que han amasado fortunas que les permiten financiar indefinidamente sus "feudos electorales". Fortunas que han salido de las arcas oficiales, en un proceso de reciclaje que la gente no percibe y vota reiteradamente por los mismos. Ese nudo gordiano no lo rompen sino los jóvenes que se capaciten para liderar el cambio.
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