La reciente carta de alias ‘Timochenko’ anunciando su rechazo al convenio acordado por sus negociadores en La Habana y la comisión negociadora del gobierno, amerita un cuidadoso análisis. Máxime cuando un segundo comunicado, ordena a sus súbditos estudiar con profundo cuidado el mismo documento, para lo cual les dará los puntos del convenio que deberán revisarse. En otras palabras, este es el anuncio de que su voluntad suprema hace ley.
La reacción gubernamental no podía ser otra que el rechazo inmediato y contundente a la insólita salida del mariscal, que según su actuación se autoatribuye poderes absolutos, como si fuera la reencarnación del militar soviético muy cercano a Stalin. Primero, el jefe de la comisión, doctor de la Calle Lombana rechazó las comunicaciones públicas del cabecilla, recordándole que en el acuerdo que reglamentó los procedimientos aprobados por las dos partes, la confidencialidad mereció aprobación unánime. En el apoyo irrestricto el doctor De la Calle, el jefe del Estado no dejó dudas, fue aún más lejos al afirmar que de repetirse tales interferencias equivaldría a poner fin a la negociación aceptada con sus condiciones por la jefatura guerrillera.
El rechazo airado de la opinión pública a lo que muchos consideran con razón una salida en falso de las Farc, pero que también podría ser parte de la estrategia calculada de ‘Timochenko’ para explorar la determinación de Santos frente a su reelección, dado que el logro de la paz ha sido su mayor propósito de Gobierno.
El criterio personal de quien escribe estas líneas es que la estrategia dilatoria puesta en práctica por ‘Iván Márquez’ y su combo en La Habana busca ganar tiempo hasta que llegue el momento -ya cercano- en el que Santos debe proclamar públicamente si opta por la reelección. No olvidamos que las Farc buscan alcanzar sus objetivos revolucionarios en la paz del postconflicto, porque tienen que haber aprendido, pese a su tozudez, que la guerra ya está perdida. Para ellas con rechazo internacional que se suma al de la inmensa mayoría de los colombianos.
Agreguemos a este razonamiento una realidad inobjetable: mientras las Farc acusan debilidades graves -deserciones, reducción de espacios de maniobra, bajas sucesivas de mandos superiores y combatientes veteranos-, las fuerzas del Estado aumentan su potencial bélico en forma impresionante.
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