En declaraciones recientes a la Revista Semana, el expresidente de la Corte Constitucional Jaime Araújo Rentería, uno de los más visibles promotores del Voto en Blanco para los próximos eventos electorales, señalaba que la acción de votar en blanco "es la gran oportunidad que todos estamos esperando para transformar en solo dos días la historia del país…", refiriéndose de manera específica al 9 de marzo y al 25 de mayo. En su entrevista, el doctor Araújo planteaba la oportunidad para establecer una verdadera y gran revolución, en el evento que, resultando el Voto en Blanco con una mayoría simple por encima de la lista más votada al Congreso o por encima del candidato presidencial más votado en primera vuelta, se obligaría a la repetición de las elecciones cambiando totalmente la baraja de los candidatos.
No puede dejar de mirarse con esperanza la posibilidad que algún día en nuestro país los ciudadanos diéramos un golpe de opinión de tales magnitudes, como hemos esperado que los paros agrarios, las marchas contra la reforma a la salud, los paros universitarios o los grupos de Facebook ayudarán a transformar algunas realidades sociales, o al menos algunas disposiciones institucionales.
No dudo que necesitamos manifestar nuestra inconformidad y movilizarnos para tratar de cambiar nuestras costumbres políticas, como lo sugieren los promotores del Voto en Blanco. Pero esperar que la transformación venga del recambio de los actuales candidatos, no es algo que pueda mirar con mucha esperanza. Otras medidas legales, motivadas incluso por la comisión de delitos de quienes han ocupado las curules, no han generado tales cambios, porque la evidencia ha mostrado que las curules son fácilmente "heredables" y transferibles a esposas, hijos, hermanos o escuderos de quienes las ocupaban.
Una revolución de este tipo sería un hecho sin precedentes y un respiro para la democracia, pero en el momento político del país, dudo que llegue a ser más que el hecho y que consiga las verdaderas transformaciones. Porque no solo requiere cambiarse a los elegidos, lo que tiene que cambiar además es la irresponsabilidad con la que acuden al voto muchos de los electores. La herramienta más poderosa con la que contamos los ciudadanos en una democracia, tiene en ocasiones el mismo valor que un bulto de cemento, un almuerzo, un empleo temporal o un descuento en la matrícula universitaria, es decir, vale muy poco.
Ocurriría lo que con los actuales paros y bloqueos universitarios, que unos pocos los promueven, muchos los acompañan por inercia, y terminan negociando pequeñas victorias, solo en el ejercicio de medir fuerzas, pero escasamente logran asentar transformaciones institucionales.
Las revoluciones, si no se acompañan de profundas y verdaderas reflexiones, no logran capitalizar verdaderas transformaciones.
No pretendo desmotivar la movilización ciudadana, al contrario, anhelo el día que hagamos valer nuestra dignidad de ciudadanos y hagamos ver a quienes ocupan la "cumbre" de la pirámide que son ellos quienes necesitan la base. Veo con esperanza, por ejemplo, la movilización de los ciudadanos de Honda y La Dorada en oposición al peaje entre las dos ciudades, porque antes del bloqueo vinieron las mediaciones y las conversaciones, y porque incluso su oposición, desde el principio, ha estado acompañada de una propuesta alternativa, ha sido organizada y respetuosa, y ha reconocido que todos los intereses son válidos, y por eso ha sido capaz de construir un interés colectivo.
Las revoluciones necesitan las reflexiones, y necesitan interpretar el verdadero interés colectivo.
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