LA PATRIA | MANIZALES
Me alegra que dediques tres minutos para leer esta reflexión, la cual puede ayudarte a vivir mejor esta Semana Santa. Al iniciar la procesión de hoy escuchas en el Evangelio que “Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos”. Y más adelante: “Decid a la hija de Sión: Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila”.
¿Por qué la narración trae el detalle de “una borrica atada con su pollino”? En el primer libro de la Biblia, el Génesis, se lee: “el que ata a la vid su borriquillo y a la cepa el pollino de su asna: lava en vino su vestimenta y en sangre de uvas su sayo” (49,11); y en el último libro de la misma sagrada escritura, en el Apocalipsis, aparece: “Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son? ¿De dónde han venido? Esos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero” (7, 13-14). Ellos son los santos. Vale recordar aquí que en el siglo primero d.C., a quienes llegaban a creer en Cristo y eran bautizados, se les llamaba “los santos”, sólo en el siglo segundo se les dio el nombre de “cristianos”, en la ciudad de Antioquía.
Otro detalle que aparece en el texto es un rey que entra en la ciudad montado sobre un asno, no sobre un caballo como habitualmente hacían su entrada pomposa los reyes.
En el profeta Zacarías encontramos la siguiente promesa de salvación: “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino cría de asna” (9,9). Al decir justo, no se refiere a quien administra justicia, sino al que goza de la poderosa protección del Señor, porque sólo en el Señor hay victoria y fuerza. Él es humilde y monta sobre un asno. Aquí viene anunciado un rey pobre, esto es, uno que no reina por medio del poder político o militar. Su naturaleza más íntima es la humildad de frente a Dios y a los hombres, la cual se opone a los grandes reyes del mundo y se manifiesta en el hecho de entrar montado sobre un asno, la cabalgadura de los pobres, imagen que es contraria a los carros de guerra y los caballos. Es el rey de la paz y lo es, gracias a la potencia de Dios, no en virtud de sus propias fuerzas.
Este rey entonces, se identifica con los “anawim”, es decir, con los pobres del Señor, llamados así porque colocan toda su confianza en Dios y no en sus fuerzas. Este rey, Jesús, va a ser el cordero de Dios, el cual en el Viernes Santo vendrá crucificado y derramará su sangre toda por nosotros los pecadores: “maltratado no abrió la boca, como cordero manso llevado al matadero” (Isaías 53,7). Tú y yo, somos la razón de su entrega total, porque fuimos “comprados a precio de sangre”. El rey, es entonces el que vino a servir, no a ser servido, para darnos de nuevo la verdadera paz: “La paz os dejo, mi paz os doy”. Si nos llamamos “cristianos” es porque podemos llegar a ser santos, es decir, “los humildes”, dispuestos a dar la vida por los otros, en el servicio cotidiano, en el amor mutuo, amando al enemigo: “mientras nosotros morimos, el mundo recibe la vida” (2 Cor 4, 12).
Recuerdo una maravillosa señora que nos ha invitado a almorzar en su casa. Preparó los alimentos, nos los “sirvió” y al final recogió la mesa para lavar los utensilios. Mientras se quitaba su delantal, decía: “se acabó el reinado”. Reinar es servir. “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.
* Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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