El país entero sigue teniendo una deuda histórica enorme con los cafeteros y ante las dificultades que atraviesan vale la pena recordar el impacto del grano en el desarrollo del país para poder dimensionar su importancia actual y la necesidad de proteger al sector cafetero como un capital social estratégico de la nación. La importancia económica del café no se limitó a su impacto en el crecimiento económico a través de las exportaciones, sino a sus vínculos con el empleo y la situación social, su relación con las finanzas públicas, su impacto en el desarrollo industrial y en la conformación del mercado interno, su incidencia en el desarrollo institucional y aun sus vínculos con la política nacional. El café fue fundamental en el desarrollo de este país y el gobierno de turno no puede desconocer esta realidad histórica.
Produce entonces indignación, rabia y desconsuelo la decisión irracional tomada por el Gobierno Nacional de entregar 20 mil pesos por carga de café, cifra que a todas luces es insignificante frente al tamaño de la crisis. Indignación porque el gobierno entiende la magnitud del problema y sin embargo le da la espalda al sector en momentos críticos. Rabia porque la cifra ofrecida es una burla de frente a la realidad que padecen los productores, y desconsuelo puesto que los responsables de la decisión le deben al café gran parte de lo que hoy representan en sus vidas profesionales y no lo demuestran.
Ante la indolencia actual del gobierno frente a la crisis cafetera vale la pena recordar apartes textuales de intervenciones del presidente Santos y sus ministros que analizadas a la luz de las recientes decisiones muestran que sus palabras fueron simples expresiones populistas. En Popayán, durante una intervención frente a cientos de cafeteros y dirigentes, el Presidente hizo el siguiente compromiso: "vamos a ver qué esquema se puede diseñar para darle tranquilidad a los cafeteros de que van a tener un piso puesto que el precio que está hoy cerca de 650 mil pesos es el precio de equilibrio y hay temor de que se caiga". Claramente se incumplió y el apoyo ofrecido dista mucho del compromiso que pretendía poner un piso para evitar una crisis social irreparable, pues no serán solo los cafeteros los perjudicados sino la economía de más de quinientos municipios que tienen una fuerte dependencia del cultivo.
Igualmente, el actual ministro de agricultura el 3 de octubre de 1996 cuando era senador y cuando los temas cafeteros aun le inquietaban expresó: "entonces el gobierno tiene que reflexionar sobre cuál es su cuota de sacrificio, porque ha sido tal el esfuerzo del Fondo Nacional del Café, que no sería justo ni equitativo, decirle a los cafeteros que en épocas de abundancia fueron generosos con creces con los gobiernos anteriores y con el Estado en general, que ahora se les abandone para que tengan que defenderse a la buena de Dios y a sus propios músculos financieros bien averiados después de esta crisis". Cuánto le convendría hoy a los cafeteros que el ministro recuperara esa alma cafetera que sin duda adquirió en su tránsito como empleado de la Federación Nacional de Cafeteros y en su largo periplo como representante de los cafeteros en el Comité Directivo, cargos que en un momento dado lo perfilaron como un buen candidato a la gerencia general del gremio. Hoy, por el contrario, hace parte de un gobierno que se niega a aceptar que el sector cafetero está en una profunda crisis, que cree cumplir con los productores entregando unos pocos recursos que el gremio ejecuta eficientemente en obras y servicios; todas ellas obligaciones constitucionales que no se le pueden sacar en cara a los cafeteros para evadir mayores cuotas de sacrificio fiscal.
Los cafeteros necesitan es precio, mejorar su ingreso distorsionado por una revaluación que no es culpa de ellos, y lo único que se les ofrece son limosnas, o seguros probablemente imposibles de reclamar, o beneficios pensionales que dependen del ahorro de los productores, y un productor perdiendo plata en su negocio difícilmente puede destinar recursos para ahorro cuando ni siquiera cubre sus necesidades básicas.
Una moneda artificialmente revaluada no permite que se transfiera al productor un precio internacional relativamente bueno, y por el contrario hace que el precio interno de compra no cubra los costos de producción, que además son inusualmente altos debido a las bajas producciones y a una mano de obra cuyo costo expresado en dólares está muy por encima de nuestros competidores cercanos, lo que nos hace poco competitivos en el escenario internacional. Y lo más grave aún, el Eje Cafetero tradicional donde se remunera al trabajador con salarios justos y legales está en desventaja competitiva con los departamentos del "nuevo Eje Cafetero" donde se pagan salarios de miseria muy por debajo del salario legal, con el fin de viabilizar la actividad cafetera.
El gran dilema que enfrentan hoy los caficultores por la falta de ayuda gubernamental es si continuar con el cultivo que históricamente le ha dado el sustento a sus familias y ha generado paz y bienestar social en los campos, o acabar con el café y aceptar la realidad macroeconómica de un dólar perverso y un gobierno indolente cuyas decisiones llevarán miseria y desestabilización social a los campos cafeteros.
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