Los últimos meses, al calor de la mesa de conversaciones entre el Gobierno y las Farc en La Habana, han estado ambientados por una sensación de inicio del período de "posconflicto", acerca del cual se habla desde las instituciones y con mucho de oportunismo desde las campañas políticas para congreso y ahora para presidencia. Sin embargo, en un evento reciente convocado por la Asociación Justapaz, la Redprodepaz, el CINEP y el PNUD, el reconocido experto internacional en temas de mediación y análisis de conflictos, Jean Paul Lederach, invitó a los asistentes y a los colombianos en general a prepararnos para una etapa de "posacuerdos", que es lo que esperamos ocurra al cierre de la agenda de La Habana, en tanto el "posconflicto", si llegase, se vivirá como consecuencia de la aplicación cabal y completa de dichos acuerdos.
Incluso el mismo Lederach afirmó que la experiencia internacional demuestra que los conflictos no cesan sino que se transforman, así como se transforman las formas de abordarlos, tramitarlos y resolverlos, y en estas fases tenemos que estar comprometidos todos los actores y sectores de la sociedad. La paz, anhelada como es, no puede depender de los seis puntos que se están discutiendo en Cuba, pues aún en el evento que las Farc se plegaran totalmente a las expectativas de los colombianos en materia de abandono de las armas, reparación a las víctimas y aceptación de penas, esto no garantiza que la sociedad colombiana en su conjunto reflexione sobre los orígenes del conflicto, acepte la reinserción de los combatientes sin discriminaciones y sobre todo, aprenda a tramitar sus conflictos de manera pacífica de una vez por todas.
Las manifestaciones de violencia en las estaciones de Transmilenio en Bogotá, los centenares de casos de intolerancia y enfrentamientos entre hinchas en cualquier lugar del país, o las batallas campales entre vendedores ambulantes y policías en Manizales, hacen pensar que el conflicto y su degeneración en violencias permanecerán aún mediando la firma de acuerdos en La Habana.
Pero para no salir del tema de la confrontación con la guerrilla, y volviendo a las reflexiones de Lederach, no puede dejar de advertirse que lo que vendrá de La Habana, si el próximo Congreso no lo obstaculiza, será un marco de acuerdos, que deberán ser afinados y ajustados en los territorios, previas reformas institucionales, legales y sobre todo reformas en la manera de identificarnos y asumirnos. Proponía Lederach: "dejar de hablar de perdón y olvido y hablar de recordar y reconciliar". La reconciliación, que es lo necesario, no se encuentra sobre bases de olvido. Se requiere preparación y madurez para dialogar abiertamente sobre los hechos, la manera como ocurrieron, las circunstancias que los motivaron y la manera como sistemáticamente se han ocultado. Estas tareas previas son mucho más difíciles, pero son el camino cierto a la verdadera reconciliación. Estas tareas deben comprometer a toda la sociedad, aún mientras se terminan de firmar los acuerdos y luego de ello mientras se ponen en marcha.
Pero aún en la "imperfección" del perdón y el olvido, si hubiésemos empezado por allí, en lugar de perpetuar la infructuosa estrategia armada, estaríamos hoy en el camino de la verdad, la justicia y la reparación integral. Lo señalo porque un importante columnista, cercano al gobierno de la época, señalaba en octubre de 2004 que "De lo que verdaderamente se trata es de saber si los colombianos tenemos la suficiente capacidad de perdón y olvido para hacernos merecedores de un país en paz. O si nuestro afán de retaliación nos condenará a otros cuarenta años de violencia generalizada". (Alfredo Rangel. Punto Final. El Tiempo, 22 de octubre de 2004). Esperemos que con su entrada al Senado, 10 años después de su columna, la postura de Alfredo Rangel haya evolucionado hacia la reconciliación y no haya retrocedido hacia las retaliaciones.
Quizá no gratuitamente una de las principales iglesias cristianas del país declaró el 2014 como el "Año de la Reconciliación". Al margen de los credos y filiaciones religiosas, el propósito de la iglesia Casa sobre la Roca debería ser propósito de todos los colombianos, en 2014 y en adelante.
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