La costumbre de vivir en la ciudad nos suele dejar sin tiempo para representárnosla en la cabeza y pensar en su futuro. La vivimos pero sin evocarla. La usamos, nos movemos por ella, pero al tenerla tan ahí, tan a la mano, poco nos detenemos a contemplarla; llegamos a creer que se hace por la sola espontaneidad del tiempo y que se transforma únicamente por accidente. Por eso, aceptar que la ciudad puede pensarse y planearse es como abrir los ojos.
Hay cuatro cosas que hoy en Manizales nos han abierto los ojos hasta llevarnos a discutir y a pensar la ciudad. Primero, el restablecimiento del pico y placa; segundo, la ampliación de los andenes de la Avenida Santander; tercero, la pregunta de si continuar con el cable aéreo o apostarle a otro medio; cuarto, el hecho de que algunos líderes sociales y de opinión vengan exponiendo públicamente sus posiciones al respecto.
Toda la discusión alrededor de estas situaciones ha terminado demostrando que sí podemos decidir la forma de la ciudad, y que, además, el modo en que elijamos movernos por ella resultará determinante. En otras palabras, con las discusiones hemos aprendido que se puede planear la ciudad desde las decisiones que se tomen en materia de transporte y movilidad.
Lo que poco se ha dicho es que para decidir sobre la movilidad y la planeación (si ampliamos los andenes afectando el espacio para los carros, si más bien ensanchamos la calzada, si hacemos una avenida nueva tumbando medio barrio, si le apostamos a los buses BRT, al cable aéreo o al tranvía) debe antes definirse la necesidad que se quiere atender.
Hay que responder primero el "¿Para qué?". ¿Para qué queremos una ciudad en donde uno se mueva más rápido? ¿Para qué una más amplia? ¿Para qué más barata? ¿Para qué una más amable con el peatón, con la bicicleta? Porque la necesidad que se quiera resolver también deberá discutirse y elegirse entre otras. Es justo la decisión que tiene más de política y de ética que de técnica.
Fue el arquitecto Frank Lloyd Wright el que de alguna forma recordó que los espacios son diseñados en respuesta a las necesidades de la vida humana. De esa forma las ciudades no deben construirse con moldes o modelos prefabricados que se instalan y ya, sino con formas que se diseñan a partir de lo que llevan por dentro, el ciudadano. Y como las necesidades urbanas del ciudadano son múltiples, el punto está en saber cuál de esas se quiere privilegiar.
Las discusiones actuales sobre la movilidad en las ciudades asumen que hay una sola necesidad por resolver: la del ciudadano trabajador y productor que vive la ciudad únicamente para participar de un mercado. Por eso se discute sobre lo que es más eficiente y económico -lo rápido, lo barato, lo que tenga mayor capacidad de llevar la fuerza de trabajo a las zonas de producción o de distribución-.
Nunca se discute si la necesidad humana puede ser otra, sabiendo que hay más requerimientos de los habitantes. El ciudadano no es solo trabajador y productor, también vive la ciudad para convivir con su familia y sus vecinos, para alimentar el espíritu, para conservar salud, para encontrar lugares que le ofrezcan identidad, para buscar entretención, para usar un espacio público que le garantiza igualdad. Porque vivir es más que participar del mercado.
Por ejemplo un caso. Pensar el tranvía por la 23 puede ser acertado si la idea es transportar gente por un sector de alta densidad, o la de recuperar espacio público en un centro ampliado que en Manizales siempre se quiere ver "limpio", "ordenado", casi aséptico. ¿Pero qué tal si se propone para que en sentido norte-sur, a modo de funicular, transporte a quienes viven en los barrios de las laderas que están más lejanos de esa zona que conforman las tres avenidas? Sería un modo de reforzar la integración de esos sectores a los espacios ya privilegiados, y de aprovechar la obra para valorizar y llevar equipamentos a comunidades que lo requieren. Son necesidades distintas, ¿por cuál nos vamos? Ahí la decisión política y ética.
Dice David Harvey que "hemos renunciado en gran medida a hacer la ciudad en concordancia con los deseos de nuestro corazón, en pos de los derechos de los propietarios, desarrolladores, capitalistas financieros y del Estado", y tiene razón. Dejamos que se debatiera sobre la ciudad sin pensar en un fin. Olvidamos que la ciudad que queremos construir es el tipo de ciudadanos que queremos ser.
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