En la anterior columna quise abordar el tema de la crisis del café desde sus impactos sobre las familias que viven directamente del cultivo del grano, porque la forma como se generó el paro, así como su solución parcial, fueron entendidas como una ayuda del Estado a un sector productivo ineficiente. Con la claridad y la perspectiva que la crisis cafetera es más un problema social que económico, se puede dar continuidad al análisis de las causas de la situación que viven hoy los cafeteros.

La principal dificultad de los caficultores es que sus costos de producción son superiores a los precios de venta, por tal motivo, la capacidad de vivir del cultivo y de mantenerlos en niveles eficientes de productividad depende de subsidios estatales.

La causa fundamental de esta situación es la revaluación del peso colombiano frente al dólar. Hoy los cafeteros reciben menos plata por la carga de café de lo que recibían hace 3 años cuando el precio internacional se encontraban en rangos similares. El impacto de la apreciación de la moneda también tiene un efecto negativo sobre el valor de la mano de obra que representa el 70% de los costos de producción del grano.

Adicionalmente, se estima que la caficultura ha perdido un 40% de productividad. Esta baja en la eficiencia del cultivo se encuentra asociada a múltiples factores, donde la mayoría están relacionados a los escasos márgenes que deja el café. Es decir, la caficultura se encuentra sumida en un círculo vicioso que para superarlo necesita acciones adicionales al subsidio del precio del producto final.

Este contexto de bajas rentabilidades ha tenido como efecto el envejecimiento de los cafetales y la reducción de las áreas cultivadas a extensiones de menos de 5 hectáreas, el 92,5% de las fincas se encuentran dentro de ese límite mínimo para que el café sea viable como alternativa de subsistencia. Los malos números del negocio han llevado a mantener variedades no resistentes a plagas como la roya. El aumento de los costos de los fertilizantes, los cuales están relacionados a los precios internacionales del petróleo, también ha generado que los caficultores hayan tenido que prescindir de la fertilización, en clarísimo detrimento de la eficiencia del cultivo y de las propiedades del suelo.

Por su parte, el cambio climático también ha tenido efectos sobre la productividad; particularmente, las temporadas invernales de los años anteriores impidieron una adecuada floración. Adicionalmente, los cafeteros, al igual que los demás empresarios agropecuarios, deben producir en un escenario de falta de vías de comunicación adecuadas, condiciones inestables de seguridad, insumos agrícolas gravados, precios de los combustibles al alza, baja calidad de la educación rural y poca adaptabilidad de las tecnologías de producción a la topografía.

En este contexto, tener un precio interno controlado y poca flexibilidad para la comercialización y distribución del café ha tenido efectos negativos sobre la capacidad de los caficultores de responder a dinámicas como la tasa de cambio y los efectos climáticos sobre las cosechas. En este sentido, la institucionalidad cafetera ha tomado mucho tiempo en realizar las reformas necesarias para adaptarse a los cambios de los mercados internacionales. La crisis ha demostrado la necesidad de emprender reformas en el gremio que le permitan tener independencia del Estado, flexibilizar los canales del comercialización y distribución del grano y fortalecer su rol de certificador y de garante del bienestar de los cafeteros. En mi próxima columna espero abordar algunas estrategias que ayudarían al sector a salir de este círculo vicioso.

Para leer la anterior columna:  Más importante que el café, los cafeteros (I) entre a:  http://www.lapatria.com/node/29110