Los reformadores han llegado para quedarse. Políticos que quieren utilizar su poder (hacer leyes, expedir decretos, etcétera) para moralizarnos, ponernos en debida forma, y, en suma, limitar nuestra libertad y así evitar que tomemos decisiones equivocadas en nuestras vidas.
En varias ciudades del país, por ejemplo, hay ciertas horas en las que los menores de edad no pueden estar en las calles, y los locales comerciales no pueden vender licor al público en general (sin importar si la zona en donde está el local es proclive a tener riñas). Desde el año 2009, como una medida para desestimular el consumo, ya no es posible comprar cigarrillos al menudeo en todo el país.
El tema de los toros ha sido también recurrente entre los reformadores. En Bogotá no se puede utilizar la plaza en corridas de toros, por considerar que el espectáculo taurino no es una actividad cultural que el Estado deba promover. La plaza, sentenció en alguna ocasión el Alcalde, "es del pueblo", por lo cual los toros de lidia "serán reemplazados por poetas y escritores".
Por otra parte, el gobernador de Antioquia Sergio Fajardo prohibió todos los eventos que resalten o premien los atributos físicos de las niñas en los colegios oficiales (reinados, etc). No hay que "convertir a las mujeres en objetos sino en sujetos", afirmó Fajardo para justificar su iniciativa. En la misma línea, recientemente un grupo de congresistas conservadores radicó un proyecto de ley que busca crear una cátedra "de género" obligatoria, "que permita romper el desarrollo de la cultura machista, patriarcal y violenta, desde el inicio de la formación de nuestros niños, niñas, y adolescentes".
Finalmente, el procurador Ordóñez parece empeñado en utilizar sus poderes para imponer a los colombianos su visión del mundo en temas sensibles sobre los cuales hay distintas posiciones válidas (aborto, eutanasia, matrimonio y adopción de parejas del mismo sexo, y el consumo de drogas).
Todas estas iniciativas tienen en común su espíritu aleccionador. A través de ellas, los políticos, como si fueran los padres de familia de toda la sociedad, quieren obligarnos a tomar las decisiones correctas para ellos: "los niños tienen derecho a una familia conformada por papá y mamá", afirmó el Procurador en alguna ocasión. Los reformadores parten de la base de que los ciudadanos somos torpes al tomar decisiones por lo que el Estado debe llevarnos por el camino correcto a través de normas de obligatorio cumplimiento para todos.
La opción de imponer una opinión por la fuerza siempre será tentadora. Sin embargo, creer que desde el Estado se debe reformar y moralizar a los ciudadanos es peligroso y equivocado. De un lado, es muy difícil saber qué es lo mejor para las personas, y qué es lo que las personas en verdad quieren: ¿Por qué va a ser mejor para alguien oír declamar a un poeta, que ver una corrida de toros?; ¿es inconveniente que una niña quiera participar en un desfile de modas, en lugar de estar estudiando en una biblioteca?; ¿quién dice que los niños tienen "derecho" a estar en una familia conformada por un hombre y una mujer? ¿Qué sucede entonces con los hijos de madres solteras?
De otro lado, los políticos también son personas como los demás ciudadanos: ¿Por qué habrían de equivocarse menos que dichos ciudadanos al hacer las leyes con las cuales buscan reformarlos? La experiencia muestra, por lo demás, que normalmente las leyes son elaboradas con cierta ligereza.
En suma, parece preferible que un ciudadano tenga la libertad de equivocarse, a que deba seguir las pautas morales establecidas por los políticos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015