Las elecciones para congreso del pasado domingo nos dejan información útil para comprender la política colombiana en general y para vislumbrar algunas tendencias a futuro en particular.
Si bien lo hemos sabido desde hace un buen tiempo, queda confirmado plenamente lo lejana que es la política de la mayoría de los ciudadanos: solo votó el 43% de los posibles electores. Ese 57% restante no tiene interés alguno en los asuntos políticos y del Estado por varias razones: Total desengaño a causa de la información que día a día recibe por los medios de comunicación: corrupción e incapacidad para atender las necesidades de la población por parte de los políticos y gobernantes; falta de relación directa en su vida cotidiana con ese mundo, e incredulidad en que estos individuos puedan mejorar las cosas en la sociedad. En los no votantes, y en muchos de los votantes, priman expresiones poco amables hacia los políticos: Ladrones y vividores. Lo que pareciera revelarse no es solo la precariedad del ejercicio político en este momento, en estas elecciones, es algo que va más allá de la coyuntura. Es más bien una crisis permanente del sistema que regula el acceso al gobierno y al Estado, es decir, de la política.
Los hallazgos en este sentido son elocuentes en las pasadas elecciones: la mayoría, la gran mayoría, de los elegidos son personas que llevan mucho tiempo viviendo de la política, aquellos que aprenden el oficio de conseguir votos de cualquier manera, o mejor, de las maneras más precarias, pobres y mezquinas; que financian sus campañas a partir de la corrupción, el clientelismo y no en pocas ocasiones con la ayuda del bolsillo de delincuentes y mafiosos. Estos viejos congresistas, y muchos de los “nuevos” que llegaron, son anodinos y bien limitados, cuando no perversos, para ejercer el oficio de redactar leyes y normas constitucionales, su principal oficio. Un dato indignante: el 30% de los congresistas elegidos tiene serios cuestionamientos por vínculos con la vieja y la nueva parapolítica, y cuando menos han heredado las estructuras electorales de quienes están en la cárcel por este motivo.
En cuanto al futuro inmediato se desprenden varios hechos: teniendo en cuenta las encuestas presidenciales hasta la fecha y los resultados de las elecciones al congreso, parece difícil que el presidente Santos no logre la reelección, incluso podría hacerlo en primera vuelta. Entre la U, Cambio Radical y el partido Liberal alcanzaron el 55% del Senado y el 56% de la Cámara de Representantes. Estos partidos representan al viejo Liberalismo y nada raro que a la vuelta de la esquina se reunifiquen y este partido de ya casi 200 años resucite como el ave fénix luego de estar moribundo bajo el Gobierno de Uribe. Si a esto le sumamos el previsible apoyo que el grueso del partido Conservador le dé a Santos, prácticamente su elección estaría asegurada, así como el apoyo a sus principales iniciativas legislativas y al proceso de paz. Eso sí, no exento este apoyo de las contraprestaciones tradicionales en presupuesto, contratos y cargos; y dado que el partido Conservador será el que tenga la capacidad de inclinar definitivamente la balanza, entonces recibirá las mejores dádivas. Todas estas negociaciones en detrimento del Estado y la democracia.
Por su parte la votación obtenida por el expresidente Uribe reveló el tamaño de la derecha dura en el país: 15%. La izquierda y los sectores independientes también encontraron su techo en un 10%, un 72% corresponde al viejo bipartidismo liberal - conservador, mayoritariamente clientelista y porqué no decirlo, corrupto. Lo que es una vergüenza es que un partido como Opción Ciudadana, surgido enteramente de la parapolítica, es decir del crimen y el delito, saque 8 congresistas.
El candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga podrá tener como máximo dos millones de votos, totalmente insuficientes para ganar, incluso corriendo el riesgo de perder el segundo lugar con Enrique Peñalosa, quien podría recoger, si procede con sensatez, a la mayor parte de las oposiciones a Santos y a centenares de miles de indignados e inconformes. De haber segunda vuelta, esta sería lo más seguro entre Santos y Peñalosa.
Estas elecciones fueron aburridas, predecibles y portadoras de malas noticias, en especial por la práctica imposibilidad de renovación y cambio. Eso sí, llama la atención que el candidato más votado fue Jorge Enrique Robledo y la candidata más votada fue Claudia López, dos rebeldes y cruzados contra la vergüenza e ignominia que es la política en Colombia, en especial el congreso.
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