Los partidos políticos saben pasar la página. Hacen que nuestra historia avance a trancazos, sin tiempo de mirarnos ni de hablarnos, hasta que las cosas se nos terminan cruzando por el lado. Si los medios son los que ponen los temas y las agendas, los partidos llevan el ritmo y el tiempo. Ponen silencios arbitrarios y puntos aparte cuando más se debería discurrir; construyen finales artificiales para capítulos sin cierre. Para ellos lo importante es que continúe la vida pública de siempre, que ningún sobresalto la cambie y, lo más importante, que ellos sigan al frente.
La página de la Violencia la pasaron con Rojas Pinilla; la de Rojas Pinilla con el Frente Nacional; la del Frente Nacional con la Constitución de 1991; la de la Constitución de 1991 con "la seguridad democrática" y la de ésta con la Unidad Nacional. Siempre los partidos ahí, cambiándonos el tema, siempre con la página agarrada, dueños de reinicios imaginarios. Juegan a la guerra si toca y le apuestan a la paz si hay que hacerlo, pues lo importante es estar ahí, que no los saquen de la foto; no vaya a ser que por fin los enjuicien al haber quedado por fuera del jurado.
Ni siquiera cuando más quedan en evidencia sus engaños se detiene su afán de ir hacia delante. Acudir al tapen-tapen ni siquiera es necesario siempre; si se llega a saber, basta con proponer algo que parezca un desenlace. Todo pasa: su responsabilidad con la guerra bipartidista, su complicidad con el narcotráfico, su respaldo a los gobiernos más autoritarios y antidemocráticos. Si se habla, que se hable a medias, cambiarle rápido el nombre a lo que no cambia, hacer dos o tres reformas sin efectos, buscar caras frescas para mantener las caras de siempre, volver a la "nueva forma de hacer política" para que la vieja forma se vea más amable.
Para ocupar cargos públicos los partidos llegaron a avalar paramilitares o personas vinculadas a ellos y cuando la verdad se supo, cuando incluso algunos de sus miembros fueron condenados, con dos o tres golpecitos de pecho bastó. Y siga. Para pasar esa página que llamaron parapolítica los partidos ahora hablan de su "depuración". Se han abierto paso hacia las próximas elecciones con la consigna de no dejar entrar a sus listas de elección a personas que han estado vinculadas con actos de corrupción o con situaciones de narcotráfico y paramilitarismo. Para unos ha sido algo serio, para otros apenas llega a ser una forma de hacerse publicidad; por ejemplo el partido Conservador, con Ómar Yepes a la cabeza, sigue recibiendo herederos de mala herencia.
La supuesta depuración ha sido gradual y desde las pasadas elecciones regionales se ha ido profundizando. Hay que reconocer que es algo valiente que va más allá de lo que obliga la ley, pues incluso se han atrevido a considerar que en política la responsabilidad no se mide solo por la culpabilidad penal directa, sino que también se puede endilgar a quien, aún siendo inocente, decide hacer política con una organización y una reputación ya condenada.
Pero no es suficiente. Esta depuración es precaria: se habla de no dejar entrar a candidatos señalados pero nada se hace con los que llevan adentro desde tiempo atrás (senadores, concejales, alcaldes, todos ya electos y en funciones). Como la presentan no es más que protegerse de la enfermedad que viene de afuera pero sin sacar la que ya está por dentro.
Así que los partidos no pueden suponer que su "depuración" es un final, ni que vamos a salir a votar con la falsa convicción de haber superado la página. Faltan por lo menos tres líneas en este capítulo que se refieren a su culpa. Primero, que cuenten la verdad sobre cómo las personas implicadas en el pasado llegaron a candidatos, si los directores de las colectividades conocieron de sus conductas y si la organización participó de alguna forma en los delitos y las tragedias. Segundo, que publiquen y superen los obstáculos políticos y normativos que hoy no permiten que los que ocupan un cargo, estando enredados, puedan ser retirados de los partidos. Tercero, que pidan perdón por su grado de culpa frente al paramilitarismo y el narcotráfico, por encubrir, por apoyar, por callar, por sacar provecho, por justificar.
Nos debemos un juicio contra los partidos. Y ellos nos deben unas disculpas públicas y algunas garantías de que no habrá repetición.
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