Los resultados económicos de China en los últimos 30 años han sido claramente extraordinarios. El Producto Interno Bruto creció en promedio 10% anual y más de 500 millones de personas salieron de la pobreza. Este exitoso crecimiento empezó en 1978 con el líder Deng Xiaoping, quien dio prioridad a retomar la estabilidad económica y social del país a través de reformas influenciadas por un modelo de economía de mercado, apartándose de las devastadoras políticas de su antecesor Mao Zedong.
El rápido crecimiento económico chino ha sido impulsado por un motor fundamental: las exportaciones manufactureras apoyadas por una mano de obra barata y una moneda devaluada. Este motor funcionó muy bien hasta el 2008 cuando la crisis financiera, que comenzó en EE.UU. y luego se propagó a Europa, redujo significativamente la demanda de exportaciones chinas. El gobierno chino respondió prendiendo a toda velocidad el motor de la inversión en infraestructura y vivienda a través de un gran incremento en el acceso al crédito. Aunque la inversión compensó la desaceleración del motor exportador, el rápido crecimiento del crédito generó una burbuja inmobiliaria y un endeudamiento excesivo en gobiernos locales. La crisis del 2008 puso entonces al descubierto la naturaleza "inestable, desequilibrada, descoordinada e insostenible" de la economía China, como expresó el exprimer ministro Wen Jiabao.
Ante este escenario, el gobierno chino ha puesto en marcha el único motor que le queda y que realmente puede estabilizar la economía del gigante asiático: el consumo interno. Este motor representa tan solo 36% de la economía china, mientras en EE.UU. y Colombia constituye más del 60%.Una de las reformas necesarias para acelerar el consumo interno es la desregulación de las tasas de interés que han sido atadas para el beneficio de los bancos estatales, que les han asegurado un margen significativo y los incentiva a dar generosos préstamos a otras grandes empresas estatales en industrias como hidrocarburos, minería e infraestructura. Para generar más consumo en el país, se requiere de tasas de interés bajas y crédito más disponible para individuos y pequeñas-medianas empresas. Otra reforma ineludible es la del sistema de seguridad social para dar más cubrimiento de calidad en pensiones, salud y seguro de desempleo, puesto que la ausencia de estos elementos ha llevado a los chinos a tener uno de los más altos porcentajes de ahorro preventivo en el mundo, lo cual limita el consumo interno.
No será nada fácil cambiar los motores recalentados de las exportaciones y la inversión, que han llevado a un crecimiento económico anual de 10%, por el motor del consumo interno y un crecimiento más sostenible del 7% anual. Ya de por sí existe bastante resistencia de los monopolios estatales a las reformas y de algunos políticos que se han beneficiado con el rápido crecimiento de las últimas décadas. Sin embargo, el gobierno del presidente Xi Jinping muy hábilmente ha contrarrestado esta presión con una fuerte campaña anti-corrupción contra monopolios estatales y políticos locales, que ha recibido gran apoyo popular.
En noviembre pasado, el comité central del Partido Comunista en la tercera sesión plenaria de su décimo octavo congreso, asentó una postura más radical a favor de reformas "decisivas" que sigan desarrollando una economía de mercado. Ante este ambiente de reforma, se espera que el consumidor chino tenga más prevalencia y goce de beneficios que hasta ahora le han sido limitados a costa de los monopolios estatales.
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El rápido crecimiento chino ha sido una bendición para Latinoamérica. China, quien consume casi el 50% de todas las materias primas del mundo, ha permitido que nuestra región haya crecido al 4% en promedio desde el 2005, comparado con el 2,5% de crecimiento en el período 1995-2004. La alta demanda china de nuestras materias primas (petróleo, carbón, hierro, cobre, soya, etc.) ha permitido en gran medida sacar millones de personas de la pobreza y fortalecer la clase media.
Sin embargo, la demanda china también ha sido una maldición para la región generando un peligroso neopopulismo que ha debilitado la democracia y la estabilidad macroeconomía en países como Venezuela y Argentina. Ahora que China empieza a desacelerar su crecimiento al 7% anual, los altos precios de nuestras materias primas no crecerán al mismo ritmo de los últimos 10 años. Aunque no se espera una caída vertiginosa en los precios a corto plazo, es importante que nuestros gobiernos dejen la autocomplacencia que ha generado la bonanza china y ejecuten reformas que vuelvan nuestras economías más productivas y diversificadas. Todavía estamos a tiempo.
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