Doña Amparo Gómez de Arango, una mujer dignísima, que fue elegida como Caldense del año, tiene todos los méritos para ese y para muchos más galardones. Es una mujer bondadosa en el mejor y más amplio sentido de la palabra; ayuda a los más necesitados, utilizando el tiempo que podría dedicar a los suyos, en una ciudad que se conmueve poco con los menos favorecidos. Su Fundación, Hogar de la Divina Misericordia, es un ejemplo de las muchas cosas buenas que se pueden hacer para ayudar a los menos amparados, cuando el alma es limpia y cuando se tiene la energía de regocijarse con el servicio a los otros, sin esperar más recompensa, que la de tener la satisfacción interior de servir con desinterés, entregando todo el empeño y poniendo el alma, en aquello que se hace con amor y dedicación. A ella y a su familia que la acompaña en ese trabajo de filantropía que hacen a diario, la ciudad entera, el departamento completo, le deben gratitud y respeto.
Por personas como doña Amparo, sabe uno que la esperanza de pensar en la distopía, sueño de la razón, que solo se puede tener cuando se sueña despierto, de un mundo mejor, no está perdida. Ella sirve como testimonio sobrio de lo que los seres humanos podríamos hacer para ayudar a nuestros semejantes, esos que por alguna razón, se encuentren en estado de indefensión o sufran quebranto de salud, que no pueden ser solucionados, porque no tienen una mano amiga, que les dé posada y se las dé con dignidad y decoro.
Doña Amparo, que podría estar dedicada a oficios más tranquilos, hace parte de un grupo de mujeres que tiene Manizales que son un ejemplo vivo de todo lo que un ser humano puede hacer por ayudar al otro, con no más respaldo que el de la determinación de asistir al necesitado.
La ciudad debe sentirse orgullosa de tener entre sus habitantes personas como ella, perteneciente a una generación de individuos, que hicieron de la ayuda al prójimo su mejor arma. Cecilia Restrepo, los Restrepo Jaramillo de la Fundación Lúker, Emma Jaramillo de Gutiérrez (QEPD), Merceditas Villegas, Elvira Escobar, los hermanos Jaramillo, con la Fundación los Niños de los Andes, son todos ejemplo claro, de eso que se llama vocación de servicio al prójimo, una verdadera pasión cuando nace del fondo del alma y cuando no tiene como propósito el esperar recompensa.
Doña Amparo, es hoy la porta estandarte de esa gente que da lo mejor de sí misma, para entregarlo a los que sufren en la soledad, la pobreza, la enfermedad, el infortunio o el olvido. Es por personas como ella y como todas las que hacen algo por los otros, sin esperar recompensa, que la esperanza sigue viva, en un país tan lleno de miserias, de dramas, de malas noticias. Son esas personas las que nos congratulan con la vida y nos regalan sin saberlo, la alegría de entender que la gente es buena, mucho más buena de lo que creemos, de lo que nos muestran a diario en esta Colombia tan golpeada por los violentos, tan desangrada por los que matan sin ton, ni son, tan desfalcada por los delincuentes de cuello blanco, que aprovechando las posiciones de privilegio a las que acceden sin mayores méritos, quieren robarnos la ilusión, la idea quimérica de que en este país se puede vivir con dignidad y se pueden hacer obras bonitas, sin hacer aspavientos, ni demostraciones de falsas filantropías.
Me congratulo con doña Amparo y en ella, con todas los que como ella, hacen algo por el prójimo, por nuestros compatriotas, nuestros hermanos, nuestros semejantes. Eso hace que la esperanza no esté perdida y que podamos mantenerla ardiendo, viva, en un país que necesita tanto de gente generosa y buena, que se duela de lo que pasa a diario, que se conmueva con el dolor ajeno, que sienta las dificultades de los menos favorecidos, que actúe para extender la mano al caído que la requiere, al que por falta de recursos necesita quien lo apoye y ayude, alguien que le dé la esperanza de tener socorro en momentos en los cuales la vida es difícil para muchos.
Doña Amparo representa hoy lo mejor que tiene Caldas, ese gran número de personas generosas, que voluntariamente, sin ánimo de lucro, trabajan por la gente, le entregan su tiempo, su energía, sus recursos.
Es por personas como doña Amparo y por todos los que como ella, entregan su energía y su tiempo sin esperar recompensa, por las que la gente puede soñar con un mundo mejor, en el que ser sea más importante que tener, en el que el que por ventura tenga algo que donar a los otros, sienta la satisfacción del dar por encima de la necesidad permanente del recibir.
El premio entregado a doña Amparo, no solo fue concedido a una persona buena, representa la verdadera filosofía de lo que es ser un buen caldense, una persona que haga valer todo lo que representa esta región y la ciudad, como el mayor desafío de una raza. Ella representa el verdadero espíritu de Sancho, no solo la empresa de propiedad de su familia, sino del Sancho Panza bondadoso y caritativo del que nos hablaba Cervantes. Su marido debe estar regocijándose en la eternidad insondable, con la bondad infinita de su esposa.
A los jurados que la eligieron, mi felicitación, porque pusieron como ejemplo a seguir en la ciudad y en el Departamento, a una persona que representa la gente bondadosa, desinteresada, luchadora, incansable. Excelente elección.
Ojalá sirva de inspiración a muchos jóvenes que encuentren en el servicio a los otros, la mejor manera de expresar el verdadero sentido que tiene el ser humano en su efímero paso por la tierra, dejando huella, labrando eras de solidaridad y tendiendo manos amigas para los menos favorecidos.
Felicitaciones a doña Amparo y a todos los que como ella, tienen el tiempo y la energía para servir al prójimo.
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