Probablemente uno de los retos más grandes del ser humano -durante su existencia- sea pensar. La modernidad parece que nos dejó el legado de lo preconcebido, de los caminos conocidos.
Pensar de manera libre, aún viviendo bajo la sociedad del mercado, sigue siendo un reto. Los condicionamientos psicosociales, académicos, económicos y de muchos otros tipos no son menospreciables.
Por eso, es precisamente el Festival Internacional de la Imagen el mejor espacio para lograr que la creatividad, la libertad, el rompimiento de las barreras conceptuales, académicas y artísticas sucedan.
Y lo logra porque acoge en detalle una de las 6 Propuestas para el Próximo Milenio de Ítalo Calvino: la multiplicidad. En efecto, así como el pregrado y la maestría en Diseño Visual y el doctorado en Diseño y Creación de la Universidad de Caldas, el festival "ve el mundo como un sistema de sistemas", como "una maraña o enredo de presencia simultánea de los elementos más hetereogéneos".
No en vano, Cyrano de Bergerac -citado también por Calvino- celebra la unidad de todas las cosas. Y lo que vivimos en el festival no es solo esa unión de todas las cosas, sino la superación de la simple suma de las partes.
Tal vez el Festival Internacional de la Imagen de la U. de Caldas sea para Colombia y el mundo uno de los mejores ejemplos de la teoría de un grande, un viejo conocido y admirado: Néstor García Canclini. Él nos sugiere en La sociedad sin relato que para el comienzo del siglo XXI "ya no hay marcos para los cuadros, ni salas para exponer. Nadie cree que se pueda representar a un país; no hay un relato para la sociedad mundializada".
Desde el diseño, el Festival ha logrado sin timidez lo que García Canclini atribuye como propiedad a las artes: "han desestabilizado el sentido del mundo". Lo contrario a lo que hacen las ciencias y la filosofía, que es intentar "precisar y fijar el sentido del mundo".
Hace seis años, cuando asumí la rectoría de nuestra querida Universidad de Caldas -que cumple 70 años y es patrimonio de la región- mi palabra ante la comunidad universitaria fue "motivar un liderazgo colectivo que facilite (entre otras cosas) revitalizar la universidad, su relación con el mundo y convertirla en jalonadora de la sociedad del conocimiento en Caldas".
El Festival venía desde los 90 y han transcurrido seis festivales desde aquella promesa y sin duda es un gran ejemplo de lo que nos soñamos de la academia: unos universitarios (profesores y estudiantes) que jalonen la innovación, no que la sigan. Que con orgullo y rigor atraigan a los mejores, no que se escondan detrás de los formalismos academicistas.
Los organizadores del Festival son ejemplo del liderazgo colectivo necesario. Trabajan en voluntariado, con vibrante sincronía y con entrega generosa por la causa, a la manera de Calvino, que afirmó que la literatura "solo vive si se propone objetivos desmesurados".
Los líderes del Festival y de sus 25 exposiciones y 75 eventos logran "una obra que permite salir de la perspectiva limitada de un yo individual, no solo para hacer hablar otros yoes sino para hacer hablar a lo que no tiene palabra, al pájaro que se posa en el canalón, al árbol en primavera y al árbol en otoño, a la piedra, al cemento, al plástico".
Profesores, estudiantes y funcionarios de diseño, liderados por Felipe César Londoño y Adriana Gómez, se han hecho un propósito desmesurado y lo han logrado.
Hoy felizmente vivimos ese propósito por décima segunda vez, con esta versión del Festival Internacional de la Imagen. Que viva nuestro festival y que siga siendo uno de los grandes certámenes regulares que proyectan a Caldas en el mundo.
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