Creíamos que lo habíamos visto todo en el desvergonzado arte de hacer política en Colombia, pero nos equivocamos. Como nos equivocamos a diario, cuando creemos que este ya era el extremo máximo al que podíamos llegar.
Pero no, los políticos con su indecencia generalizada, por supuesto con poquísimas excepciones que confirman la regla, están allí para hacernos asistir a un nuevo acto de prostitución política, en el cual los proxenetas aparentan con sofisticada hipocresía ser personas honestas y pulcras, de lo que evidentemente no tienen nada.
Nos someten a diario a ver como representan el drama tragicómico de estos politiqueros disimulados en Pantalones con sus máscaras negras, sus desfiguradas y enormes narices ganchudas. La representación en cada uno de un viejo celoso, desconfiado, libidinoso y avaro, enemigo de la juventud, bajo cuya personalidad dramática, la del mercader enriquecido, que por lucrarse dejó de lado el amor y, sintiéndose viejo, intenta recuperarlo, celoso y resentido entrometiéndose en la felicidad de sus conciudadanos para impedirla y para mantenerlos a raya, que es lugar seguro para sus artilugios, sus trampas y componendas. He allí una radiografía de la Colombia que no debíamos tener. La mala hora en que políticos corruptos, hijos corruptos de políticos corruptos y corruptos principiantes serán los comensales en el Congreso de la República.
La Fundación Paz y Reconciliación denunció que 70 candidatos cuestionados por tener nexos con paramilitares u otras organizaciones criminales fueron elegidos en los comicios legislativos del domingo en Colombia, 33 de ellos en el Senado y 37 en la Cámara de Representantes.
Decimos todos los días que no los volveremos a elegir, pero ellos vuelven a ser elegidos. Y si no son ellos, entonces son elegidos sus parientes cercanos: la esposa, los hijos, qué sé yo, no porque lo merezcan, sino porque ellos son los que se han hecho dinerales, la mayoría de las veces mal habidos e indecentes, o desfalcados del erario, sin que eso los haga ruborizar siquiera, convirtiéndolos en los que pueden despilfarrar tamaña suma de sumas en campañas políticas que son verdaderos espectáculos de circo, llenos de payasos, repletos de lujuriosos y sicalípticos orangutanes, que han convertido nuestra Nación en un vertedero de aguas negras, sin que hasta ahora alguien haya hecho algo por impedirlo y con muchos que se atragantan tomándolas (Allí están para mostrarlo, personajillos como Fernando Mora y José Fernando Ardila, elogiadores del rumor y versátiles panfletarios de difamaciones, animadversiones y liviandades).
¿Hasta dónde vamos a llegar con esta policlase corrupta y maleable? ¿Cuál será el vertedero en el que los podremos colocar para vaciar el retrete y deshacernos de tanta mierda política? ¿Cuándo tomaremos la determinación de cerrarles el camino a estos corruptos con poder, y no permitir que sigan con sus farsas y concupiscencias? ¿Cómo los pondremos fuera de toda posibilidad de meter las manos en el quehacer político y en los dineros del Estado? ¿Dónde estarán la cuevas en las que, como Ali Baba y sus cuarenta ladrones, acumulan fortunas para hacerse nombrar y convertirse en los verdugos de los que los nombraron? ¿En qué cuarto olvidado se encuentra la dignidad de las mayorías decentes, que ven, ya sin estupor, como vuelven los mismos con las mismas, para hacer de nuestra Patria, un cadalso deshonroso a la transparencia, las buenas costumbres y las acciones prístinas de hombres y mujeres honestos y sin tacha? ¿Será que tenemos perdida toda la esperanza?
Que Colombia es un país de cafres, lo había dicho a mucho tiempo, Darío Echandía. Pero nadie le prestó atención, a nadie pareció importarle. Es que los cafres nos tienen subyugados desde su posición dominante y de poder, con todas las armas que les da el Estado para que puedan hacer a diario una alegoría grotesca a la felonía y a la falta de principios éticos y morales, que les pongan freno y los mantengan a raya.
En fin, todos los días sale a la luz pública un escándalo nuevo, otro fraude, una estafa, otro carrusel. Como si con los que tenemos no fuese suficiente. Las autoridades hacen mucho escándalo y se rasgan muchas vestiduras, pero allí siguen los mismos con las mismas, haciendo de nuestro erario un barril sin fondo en el que todo el mundo quiere y puede meter la mano sin dársele nada, sin que pase nada. En Colombia solo se cobran los problemas por los supuestos delitos de no recoger la basura, pero no es delito que la mayoría de los contratos que se hacen estén siempre llenos de basuras, de entripados, de fraudes, de componendas.
Solo el día en que cambiemos la Constitución, que impidamos que los elegidos puedan reelegirse y que además quedan inhabilitados sus familiares próximos; cuando tengamos unas corporaciones que no paguen esas fortunas y den esas mesadas, que tengan sueldos comunes y corrientes equivalentes a los de cualquier profesional, sin que tengan prebendas especiales, que tengan que viajar por su cuenta y no por la nuestra como todo parroquiano y pagar la gasolina de su bolsillo y no del nuestro, como nos toca a los demás colombianos, la política dejará de ser el negocio más rentable de Colombia y los que a ella aspiren ya no serán tantos. Tenemos que comenzar por cerrarles la mina a los garimpeiros de la política, para que no siendo rentable, deje de ser atractiva para los muchos proxenetas que hoy la tienen por su cuenta.
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