"Nuestro Carretero de antaño es la vía eje de Manizales. Es la vía representativa, al mismo tiempo que monumental, y la vía de gran tránsito. Está a lo largo de la colina, que es contrafuerte de la Cordillera Central. Casi toda es obra natural, con muy poca transformación del terreno. Tiene dos grandes rellenos y dos cortes del terreno, notables". Así comenzaba la columna que Tulio Gómez Estrada publicó en este diario el 28 de octubre de 1966. La tituló "La Avenida Santander", a secas, sin más.
En ella advertía que, a pesar de que había sido generado por condiciones naturales, desde finales del siglo XIX el camino que hoy es la Avenida se había conservado y potencializado bajo la noción más estricta de bien público. Es decir que las intervenciones sobre este habían enfatizado el servicio que prestaba a todos los habitantes, casi como única vía de comunicación con el Alto del Perro, el Cerro de Sancancio y el Cerro de Oro. Sin embargo la denuncia del columnista iba a que la ciudad, en ese entonces, estaba irrespetando dicho principio dejando que la construcción de las viviendas a la vera de la ruta se hiciera privilegiando la propiedad privada. Decía que estas edificaciones no solo habían irrespetado las zanjas que servían como límite para definir la dimensión de la Avenida, sino que además se había permitido que los antejardines de las casas, privadas, invadieran su zona carreteable.
Hemos insistido en que nos encontramos en un punto determinante para planear el futuro de Manizales. Ya no tanto desde los anhelos políticos y económicos en los que decimos llevar tanto rato, sino desde sus visiones urbanísticas, de espacio público, de uso del suelo, de forma de la ciudad. No es solo porque comiencen los debates sobre la reforma del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) sino porque además estamos en una época rica en discusiones ciudadanas como las que se han dado alrededor de la movilidad y de la conservación del centro de la ciudad.
Así que en este momento es cuando más resultan relevantes textos como el de Tulio Gómez Estrada, porque qué mejor que hacer memoria urbana, qué mejor mapa para ir hacia adelante que aquello que hemos sido en la ciudad, aquello que no hemos querido ser, aquello que hemos dicho ser. Escribir el futuro es recrear de reojo el pasado, es seguir respondiendo a preguntas que han quedado pendientes desde tiempo atrás.
Por eso, leer a Tulio Gómez hoy es volver a su interrogante: ¿qué pasó con lo público de la Avenida Santander? Con él descubrimos que hubo un día en el que esta arteria de la ciudad comenzó a pensarse desde lo privado, contrario a lo que fue su nacimiento. Y esta es una forma de construirla que seguro se perpetuó hasta nuestros días, pues así el tema no sea la preponderancia de residencias que achican el servicio de movilidad, sí es la proliferación de locales privados, de acceso restringido, que no ofrecen nada frente a otros servicios que requerimos los manizaleños.
Es una avenida con locaciones donde no hay lugar para los pobres, a veces ni siquiera para los afrodescendientes ni los homosexuales. Es una vía sin parques que atraigan y sin equipamientos colectivos de uso general. Como los jardines que tanto incomodaron a Gómez Estrada, hoy las terrazas de los bares sirven de disimulo al hacer pasar por público un espacio para pocos. Y eso que llamamos bulevar, aunque ha solucionado en algo la apropiación general de esta ruta, hasta ahora solo ha dejado andenes anchos que no dicen nada, que no proponen nada; sobre ellos los jóvenes quedan paralizados en la noches, quietos, apenas disfrutando de la venta de alcohol, que en últimas es lo que más conviene a los privados. No hay agendas que la ciudad ofrezca en la Avenida.
La Santander es la cima a la que muchos quieren llegar para participar de ella. Pero la gente no suele poder hacerlo como lo que es -negro, extranjero, indígena, desplazado, barrista, homosexual, estudiante, artista, etcétera-, solo lo hace emulando a los que gobiernan ese espacio. Allí solo podemos integrarnos bajo la propuesta que ha dictado lo privado, porque para que converjan múltiples propuestas de ciudadano es necesario que la Avenida, al menos en parte, vuelva a pensarse como espacio público.
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