El jueves pasado fue anunciada con bombos y platillos la aprobación de la ley contra el ‘matoneo’ o acoso escolar. La expresión ‘matoneo’ (traducción de del inglés bullying), además de haber sido ya avalada por don Efraim Osorio (LA PATRIA 27/11/2012), significa según la ley mencionada, la humillación, ridiculización, difamación, coacción verbal o física contra un niño por uno o varios estudiantes.
La ley ha sido anunciada como un salvavidas para todos los niños que son objeto de este tipo de conductas en los colegios. "De no intervenirse de inmediato -dijo un tal Telésforo Pedraza, ponente del proyecto- estas situaciones pasarán de ser casos puntuales y particulares a ser parte de la cotidianidad escolar".
Confieso, con algo de zozobra, que después de mucho haberla leído, no pude entender casi nada de lo que dice ni como va a hacer para combatir este fenómeno. Su objeto es "contribuir con la formación de ciudadanos activos que aporten a la construcción de una sociedad democrática". Para esto, crea el Sistema Nacional de Convivencia Escolar, que "reconoce a los niños, niñas u adolescentes como sujetos de derecho" (¿antes no lo eran?). El Sistema tiene como objetivo "fomentar", "fortalecer" y "articular" acciones en distintas instancias para la convivencia escolar; garantizar la protección integral de los niños en los espacios educativos a través de una "ruta de atención integral" para la convivencia escolar; "fomentar" la educación para la paz, las competencias ciudadanas, el desarrollo de la identidad; "fomentar" mecanismos de prevención, protección, y detección temprana y denuncia de todas aquellas conductas que atentan contra la convivencia escolar, etcétera.
Para lograr todo lo anterior se crean distintos comités (uno nacional, uno en cada municipio y uno en cada colegio).
Lo más grave de la ley no es la imprecisión del lenguaje con el que está escrita. En el mejor de los casos ha debido quedarse como un saludo a la bandera: siempre que en una ley o decreto se diga que busca "fomentar mecanismos", "articular acciones", "identificar estrategias", etcétera, hay que pensar que esa ley no va a servir para nada. Porque las expresiones "fomentar", "articular", e "identificar", pueden ser todo y nada a la vez. Lo más grave de la ley, decía, es que hay todo un capítulo de sanciones contra los colegios públicos y privados que no cumplan con "fomentar", "articular" e "identificar" estrategias contra el matoneo (es decir, queda en manos de burócratas decidir si un colegio está o no cumpliendo con estos mandatos).
En este punto debe decirse que la idea de una relación entre el Estado y sus ciudadanos, en la que el Estado es el ingeniero moral de la sociedad, es muy peligrosa. Además, que el legislador pretenda, a través de una ley que crea comités, formar alumnos pacíficos que no molesten a los compañeros de clase, no solo es ridículo, sino que atenta contra la libertad de los individuos y la autonomía de los colegios.
A veces es difícil saber qué pensar respecto de este tipo de leyes inútiles. Parecería que los congresistas creen que con la ley van a ganar votos de madres desesperadas. En cualquier caso, la ley promete ser un simple nido de burocracia, de papeleo interminable, de actas y actas de reuniones y comités en donde sus miembros van a tener discusiones sin sentido. No sobra decir que este es un caso (como muchos otros) en que el legislador quiere aparentar estar resolviendo un problema de la sociedad cuando en realidad no está haciendo nada.
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