En su colección de cuentos El país del mar Fernando Pinzón Pérez logra, con una prosa cálida, que siembra raíces en los abismos marinos y se despliega por las zonas del deseo, captar con fuerza narrativa el universo de la isla de Tumaco, sus manglares, calles, playas, puentes y parques y su gente, enfrentada día a la violencia, pero desbocada de manera simultánea por los caminos de la ambición, el deseo y el delirio.
En el texto “Las voces del mar”, Pinzón nos dice que “sus aguzadas uñas de manglar han tejido una indestructible red de sangre, temor y silencio sobre la ciudad milenaria, rodeada de olas, que solo dejan un flanco por donde los dos ejércitos en disputa se pelean hasta la muerte el derecho al paso”, anunciándonos de esta forma el tono de la mayoría de los textos de su libro, donde la vida y la muerte están imbricados con el deseo y el sexo a través de una prosa telúrica de gran eficacia.
Fernando Pinzón tiene una obra narrativa que ha venido trabajando a lo largo de su vida como muchos otros autores de su amplia y activa generación, desde cuando, muy joven, era ya un lector avorazado de novelas y ensayos y recorría las arboladas calzadas de la Universidad Nacional de Colombia y el centro de Bogotá con un libro siempre debajo del brazo y escrutaba con los ojos asombrados los arcanos de un país que todavía sangraba por la herida de la no lejana Violencia y apenas auguraba las terribles décadas de violencia indiscriminada por venir.
La vida lo llevó a vivir y amar a Tumaco, una isla de manglares situada en el Océano Pacífico colombiano, que hoy es uno de los más violentos e interesantes crisoles de la modernidad latinoamericanos en pleno siglo XXI. Ahí se han fraguado desde hace milenos varias culturas, desde la prehispánica y la colonial, hasta la traída por los esclavos de África con sus mitos, leyendas y movimientos corporales de currulao, al son de los tambores. Y sin olvidar por supuesto a los indígenas descendientes milenarios de la grandes civilizaciones del Tahuantisuyu, que bajaban y bajan de las montañas heladas como forasteros y que con su silencio interpelan, preguntan, cuestionan al país.
Ahí lo volví a ver en Tumaco mucho tiempo después de nuestras primeras conversaciones literarias de Bogotá, caminando al son del currulao por ese lugar milenario donde florecieron culturas prehispánicas de gran refinamiento, en esa zona de migraciones y éxodos cargados de historia, proezas de corsarios, conquistadores, luchadores por la libertad y en la actualidad cóctel asesino de ilegales de todos los pelambres y tendencias.
Tumaco se ha convertido en una caldera que es alegoría del mal nacional y a la vez grito de la vida enfrentada a las fuerzas de la muerte, asunto que Pinzón quiere revelar a través de sus relatos, reportajes y poe mas en prosa, donde los personajes son jóvenes muchachos que luchan por vivir o bellas jóvenes de “nalgas de níspero y senos de primavera” que se enredan en el cruel destino que les tienden como redes arácnidas las fuerzas multifacéticas del mal.
Después de décadas observando la ciudad y su gente, Pinzón logra contarnos las historias de varios personajes que llegan desde lejos y ascienden de manera vertiginosa y otros que desaparecen en un abrir de ojos, centrados en un intrígulis de pasiones sexuales, amorosas, travestismos, mentiras y ambiciones que llevan a las más bellas a huir con los más malos y a los inocentes a caer balaceados en medio del conflicto. Todo contado con una precisión que nos hace viajar a la rumba, al gimnasio, a la playa, a la peluquería, al bar, a la mansión o al tugurio.
En el mundo narrativo de Pinzón sabemos de paso, más allá del deseo y el destino individuales, que “la lucha por el control del territorio y de las plantaciones de coca para exportación, enfrenta a los más despiadados grupos de matones a sueldo, aumentando el saldo diario de muertos, cuya cuenta ya la habían perdido los sobrevivientes”, y por eso “la mayoría del pueblo estaba inconforme con lo que pasaba, pero el miedo solo les permitía hablar en pequeños grupos en las esquinas, en las cafeterías o en los contados parques de la ciudad”.
En el cuento “Reina Claudia” la voz del narrador rememora los tiempos idílicos de la infancia antes de la llegada de la guerra traqueta. En “Mi dama es traque taque ta”, asistimos a la truculenta historia de Maryuri y Mr Tuco, en medio del desarreglo cínico de las vidas marcadas por la voracidad. En el relato “La negra está en tiempo” el pueblo chismoso se lamenta de que la Preciosura, esperanza local para obtener el reinado nacional de belleza, se hubiera ido con un traqueto. En el excelente cuento “Esta clase de amor no es para vos” nos cuenta la picaresca historia de la “monita” y el ingenuo forastero caribe vendedor de discos pirata.
Los cuentos de Pinzón, director del periódico Tumacopopolo, publicado en el puerto nariñense, del que es su principal cronista, constituyen apenas un abrebocas narrativo que solo augura las obras por venir y esa novela futura suya, donde la conflictiva isla ciudad de Tumaco, rodeada de mar y llena de historia, se revelará a través de su prosa, con la alegría y el dolor esenciales que conforman el país en estos nuevos tiempos de fiesta, guerra y apocalipsis.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015