En aproximadamente quince días los colombianos nos dispondremos a elegir los congresistas del país. Elección nada fácil, debido a que para el común de la gente no es muy claro el oficio que desempeñan los congresistas y tienen el concepto de que ganan un excelente sueldo y hacen muy poco.
Antes de la Constitución del 91 los senadores se elegían por departamentos. En esa época se consideraba que estos eran amos y señores en sus regiones. Los constituyentes buscaron que esos grandes poderes se acabaran, y creyeron que la mejor manera de reducir su fortaleza era que fueran elegidos por circunscripción nacional.
Claro está que para la época de 1991 las cosas eran muy diferentes. Se tenía recién establecida la elección popular de alcaldes y gobernadores, lo que les quitó un gran poder a los barones electorales. Anteriormente estos señores, en la práctica, eran los que nombraban o removían estos funcionarios. Hoy en día las cosas son a otro precio. Un gobernador o alcalde puede ser elegido sin los votos de los senadores, pero si alguno de ellos llega al cargo con el apoyo de alguno de ellos, en muchas oportunidades se les independizan cuando ya están en ejercicio de su mandato.
El tema de la circunscripción nacional no acabó con los caciques, pero sí trajo consigo un grave problema. Hay departamentos que no tienen senadores y en un régimen centralista y presidencialista como el nuestro es muy complicado. No está bien que departamentos como San Andrés, Chocó, o el mismo Quindío, no tengan un senador que los represente y luche por ellos ante el gobierno nacional.
En esta campaña, lo mismo que las anteriores, se ha discutido mucho sobre lo que tiene que invertir un candidato al congreso, pues los topes establecidos son superados ampliamente. A esto ha contribuido que los senadores busquen votos por todo el país. Caldas, por ejemplo, aporta más de 100 mil votos para senadores de fuera de nuestro departamento. Senadores que sin lugar a dudas después de elegidos, poco hacen por nosotros.
Para la elección de un senador debe primar, por encima de todo, su interés por el país y que contribuya para generar el crecimiento que estamos necesitando. Lamentablemente en un sistema político como el nuestro, donde el presidente es el rey, la mayoría de los congresistas para poder conservar su puesto se han plegado a la voluntad del gobierno y prácticamente, tanto los senadores como los representantes, se han convertido en unos mensajeros y gestionadores de proyectos regionales.
Las reglas de juego son muy sencillas, el mayor nominador es el gobierno nacional y los nombramientos recaen en los amigos del gobierno. De ahí sale lo que hoy en día se ha dado por llamar la mermelada, que es lo que el gobierno reparte tanto en puestos como en ayudas para las regiones. Hay congresistas, muy pocos, que son independientes que no están pidiendo puestos, ni contratos. Pero la gran mayoría están convencidos que solo pueden seguir en sus cargos con la ayuda del gobierno.
Se considera que los senadores son para trabajar por el progreso y desarrollo del país, y los representantes para trabajar por sus regiones. Pero por lo escrito anteriormente esto no es así. Además, para el gobierno es más fácil negociar con los senadores, porque son más pocos que los representantes. De ahí sale la discriminación que se está presentando con aquellas regiones que no los tienen.
En medio de esta controversia, no dudo de la importancia del Congreso de la República. Los congresistas son los que tienen que aprobar las leyes, y en medio de todas las dificultades, son los llamados en su momento, a ponerle el tatequieto al presidente y en general a lo que se conoce como el ejecutivo.
Con mermelada y todo, no tengo ninguna duda de que los congresistas deben existir. Coincido con la frase que dice que la democracia es la menos mala de las formas de gobierno que se tienen. Por eso considero que el próximo 9 de marzo hay que salir a votar y elegir al congresista que además de ofrecer las mayores garantías para nuestro departamento, tenga el suficiente criterio para discutir y analizar los diferentes proyectos de ley que son presentados a su consideración y la capacidad e idoneidad suficiente para aprobar los que verdaderamente requiere nuestro país para su desarrollo y crecimiento.
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