Andrés Londoño Botero
La problemática del agro en Colombia está asociada al libre mercado, en la medida que en este país no existe libertad de comercio. Es descabellado pensar que un tratado que no lleva en vigencia ni un semestre es el causante de los bajos ingresos de los campesinos. La alta concentración de la economía, asociada a barreras de entrada y altos costos de transacción son cuellos de botella que sí afectan al ingreso de los productores.
En vez de luchar en contra de la liberación del mercado, para ser más congruente con la preocupación de las bajas rentas de los campesinos, los manifestantes deberían criticar las prácticas anticompetitivas que afectan la eficiencia, como el alto número de intermediarios y las restricciones de exportaciones de productos agrícolas procesados, como el café.
Debido a que existen pocos oferentes de insumos químicos en el agro, es fácil que los distribuidores y vendedores se asocien para apropiarse de rentas excesivas, esta situación es similar a la de los fármacos. Teniendo en cuenta que los productores de estos insumos son empresas internacionales, resulta extraño que en nuestro país los precios sean más altos. Debido a la falta de regulación de prácticas anticompetitivas, es difícil que entren distribuidores a bajar los precios.
Las agremiaciones son otro ejemplo del efecto nocivo de la concentración del mercado debido a la falta de competencia. En general, los gremios en Colombia se han preocupado por obtener poder de facto para recibir ayudas del gobierno, con el fin de subsanar problemas de eficiencia, esta asistencia se traduce en subsidios que generan barreras de entrada a nuevos productores y perjudican a agentes por fuera de ésta. Los subsidios son un instrumento que prolonga los problemas de productividad, ya que son un desincentivo a absorber nuevas técnicas de producción para rebajar los costos. En algunos casos, los gremios se apoderan de la distribución del producto, como por ejemplo, la Federación de Cafeteros es la única entidad en Colombia que autoriza para exportar café, y además casi no exporta café procesado.
El problema de los cafeteros había sido prevenido por un estudio demandado por la Federación a Pizano y Ocampo a finales de los 80. El análisis predecía la apreciación del peso y el descenso en el precio del café, proponiendo como política construir plantas de procesamiento de café para exportar el bien terminado. La Federación por caprichos de sus miembros de la Junta Directiva, decidió descalificar esta tesis y seguir exportando el bien intermedio o liofilizado, proceso con demanda más reducidas que otros como por ejemplo el café tostado. Actualmente el panorama no ha cambiado, si bien algunos particulares pueden exportar, los permisos para hacerlo son largos y tediosos, algunos trámites se demoran más de un año. Estas trabas también generan concentración de los mercados, en este caso en el de la exportación, dando pie a rentas monopolísticas.
La competencia incentiva a usar mejor los factores de producción, en Colombia existe un gran rezago en este rubro. Por ejemplo, el sector ganadero (incluyendo la lechería) usa casi 20 millones de hectáreas más de las que necesitan para su producción actual. Las lecherías no han adoptado rápidamente el ordeño mecánico, y el cruce entre razas y manejo genético de las reses es casi inexistente. La ganadería está fuertemente asociada a la genética, no obstante, son pocos los ganaderos que se preparan en este campo, como consecuencia tenemos ganado menos productivo del que lograríamos con personal más capacitado.
Decir que el país va a fracasar por los tratados de libre comercio es estar en una posición facilista, la cual en últimas beneficia a los grandes terratenientes que pueden sostener sus tierras improductivas gracias a los altos precios a los que logran vender sus productos. La falta de competencia priva al pequeño campesino de acercarse a mejores prácticas de producción y lo pone a merced de las prácticas anticompetitivas de los grandes capitales. La solución no son los subsidios ni aranceles, la solución está en una mejor educación sobre temas agrícolas, facilitar la exportación de productos y la adopción de nuevas técnicas de producción. El libre comercio es un incentivo para mejorar la competitividad y bajar los precios, no nos dejemos engañar por quienes justifican a los monopolios.
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