Como un solo hombre marcharon las pereiranas el 22 de agosto que ya no existe. Las acompañé desde mi fugaz masculino. Las de la "querendona, trasnochadora y morena" sesquicentenaria ciudad, hicieron la marcha de los espejos para espantar de su biografía chismes, consejas, chistes subterráneos, risitas, sugerencias malévolas y yerbas afines.
Los francotiradores suelen disparar de vez en cuando contra el eterno femenino pereirano que tanto hizo por independizarse del "yugo" de sus vecinos caldenses. Sin dármelas, confieso que siempre las he encontrado bellas, platudas, perturbadoras, descomplicadas, misteriosas, inteligentes. Con un desdén son capaces de adormecer una boa constrictor. Manejan un sexapil que hace chorrear la baba masculina.
En la Universidad de Antioquia, en Medellín, estudié con dos de ellas. A sus espaldas me enamoré de ambas. Las veía y se me dañaba la primera comunión. Jamás fui capaz de confesarles mi traga. Me faltaron ropita y arrestos. Entonces las convertí en amores platónicos. El sabiondo rey Salomón habría obrado igual.
Eran todas unas damas, nosotros unos caballeros. Hasta el punto de que nunca se nos ocurrió proponerles violar el mandamiento que el padre Astete define por la negativa: No fornicar.
Sin proponérselo, las pereiranas tienen cierto aire de mujeres fatales que les sienta del carajo. No necesitan ningún pachulí especial. Les basta oler a ellas. De estas féminas no es amigo -ni se enamora- el que quiere sino el que puede.
Invito a mis colegas de tacón bajito y bragueta a barajar despacio con ellas porque, además, están de regreso al poder que detentaron con Ana Milena Muñoz en el cuatrienio de César Gaviria.
Me explico: si el presidente Santos tira la toalla por cualquier motivo, llámese cacofónicas Farc o fatiga de metal por tanto paro, el turno para cuidarle los huevitos sería para Germán Vargas Lleras quien anda por Rusia y Finlandia con su mujer pereirana, Luz María Zapata Zapata.
Fue criada por su padre para que nadie le fastidiara la vida con jota. El poder no le quita el sueño, pero si corona presidencia con Vargas Lleras y su mascota Lola Vargas, de la raza galgo italiana, le pondrá su propio perfume.
A raíz de las marchas de sus paisanas le pregunté por la vía rápida del correo electrónico qué es ser pereirana. Su iPad envió la respuesta: "Ser pereirana es un misterio por el que las demás mujeres nos juzgan en público y nos envidian en privado, y por el que los hombres no pueden resistir la tentación".
Vargas Lleras pensó con Óscar Wilde que lo malo de no caer en la tentación es que después no se vuelve a presentar. Y se matrimonió con su Dulcinea de Pereira, ciudad que tendría parque-museo con obras de Arenas Betancourt. Lo aman. La semana pasada terminó la restauración del Bolívar con una sencilla ceremonia en la que depositaron cenizas del escultor en la llama que arde en una mano del héroe.
Varones domados que estamos como el celular, sin inventar del todo: respetico con ellas. Y a marchar cada año en su día, el 22 de agosto, día del Reinado de María, según el pintoresco almanaque Bristol.
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