Además de la desigualdad, la inequidad, la exclusión social y de los hondos problemas económicos y de protección social que padece nuestro país, en la actualidad existen síntomas inequívocos de que Colombia está acusando serios problemas de salud mental: parece un país psicológicamente desequilibrado.
Solo así se explica que en momentos en los que apenas la rutina nacional se reacomoda a su anormalidad cotidiana, los ciudadanos del común nos encontramos sitiados y hastiados por escándalos que van sucediéndose, uno tras otro, con velocidad cibernética, y que copan el interés público con una intensidad desproporcionada y tóxica.
El problema no es que algunos casos revistan verdadera gravedad, sino que adquieren una inusitada notoriedad o ‘importancia’ por obra y gracia del ruido mediático. Éste lo producen determinados medios masivos y electrónicos de comunicación, que, además, multiplican y amplifican con desbordado frenesí las redes sociales, en cuya retícula nefasta tienen cabida las más recalcitrantes, extremas, irracionales, delirantes, obtusas e impublicables argumentaciones.
Paradójicamente, Colombia es pasión, lo que en términos coloquiales significa "llamarada de guadua". Aquí, la indignación es como un aguacero: mientras más intenso más rápido pasa. Somos impulsivos, primarios, flemáticos y momentáneamente solidarios. Este diagnóstico lo comparte un expariente desheredado de la controvertida papisa Piraquive cuando afirmó que en "menos de dos meses, ya nadie se acuerda de nada". Y está en lo cierto, porque moda es lo que pasa de moda, y en eso se ha transformado la noticia, la actualidad.
A propósito de la cuestionada secta cristiana y su brazo político, el Movimiento Independiente de Renovación Absoluta, MIRA, es necesario admitir que ahora está recibiendo toda el agua sucia que bien puede caerle aun sinnúmero de iglesias y de organizaciones, tanto sociales como políticas. Pero la oportunidad la pintan calva, y ‘tome pa’que lleve’, como se dice popularmente. Allí se agazapa una interpretación oportunista, cómoda e hipócrita, porque de fanatismo, analfabetismo e ingenuidad se llenan todos los días todos los templos y las sedes políticas, espacios donde aterrizan ídolos falsos, mesías virtuales y vírgenes necias. ¿Inteligencia limítrofe? ¿Ignorancia invencible?
Otro de los factores perniciosos del desquiciamiento del país radica en la ligereza de los juicios. Lo anecdótico y superficial, sumado a la inmediatez de su divulgación en caliente, desemboca en auténticos atropellos al debido proceso, a la presunción de inocencia, al derecho a la defensa y a la caridad cristiana. ¡No!, aquí se condena mediante juicios breves y sumarios, se ejecuta de manera expedita, se somete al escarnio público al desventurado de turno a rajatabla, sin fórmula de juicio. A los problemas estructurales de la administración de Justicia se le agregan 46 millones de colombianos convertidos en jueces, abogados, fiscales, contralores y procuradores de turno, que surgen espontáneamente, tal como ocurre con igual número de técnicos de fútbol.
Algo anda mal. Quizás estamos en manos, no de formadores, sino de deformadores de opinión. El poder desmesurado de los medios de comunicación crea una peligrosa sensación de monopolio de verdades reveladas, de intereses creados, de infalibilidad irrebatible, de sesgos ideológicos, de radicalismo a ultranza, de antipatías condicionadas y de odios gratuitos.
No puede ponerse en duda el valioso papel de la prensa, por algo es llamada el cuarto poder. Merced a su vigilancia, investigación, seguimiento, crítica y cuestionamiento ha sido y es posible detectar desmanes, irregularidades, abusos y poner al descubierto corrupción e inmoralidad, tanto en la esfera del Estado como en el de la empresa privada. Pero ello no les otorga investidura ni patente de corso para determinar responsabilidades e imponer sanciones penales. A mayor libertad, mayor responsabilidad.
Es muy preocupante que nos hayamos vuelto tan inmediatistas, tan carentes de discernimiento y de sentido común, para transformarnos en una pandilla de matones con sed de venganza, dispuesta a hacer justicia por nuestra propia mano.
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