Hace ya varias décadas, al analizar la forma general como operan los conceptos y la manera en que la gente los aplica, el filósofo inglés P.F Strawson formuló una advertencia que parecía obvia: suele suceder que las personas pierdan el equilibrio. No el del cuerpo, el que hace que alguien caiga súbitamente, sino el de la mente, el que hace que alguien se equivoque.
El desequilibrio conceptual -decía Strawson- consiste en una especie de ceguera selectiva que suprime grandes extensiones del campo de visión intelectual, pero que permite que se destaque una parte del mismo con una claridad algo particular. La idea es bastante simple: las personas tienen ideas preconcebidas y suelen adaptar todo lo que ocurre a su alrededor a esas ideas, a esos prejuicios. Quienes están obsesionados con algo, suelen reducir todo a ese algo.
No hay que buscar mucho para encontrar pruebas de este fenómeno. Las señoras que están obsesionadas con el bienestar de sus hijos ven peligros inimaginables en todas partes para ellos. Muchos sindicalistas se exasperan simplemente al ver la expresión "libre comercio" escrita en algún lado, sin estudiar si cierto acuerdo de libre comercio específico podría beneficiar a los trabajadores representados por el sindicato.
Algunos periodistas que están obsesionados con develar la corrupción o la mala situación en que está el país, suelen reducir y exagerar todo lo que acontece con tal de mostrar a sus lectores corrupción y retroceso por todas partes. Así, por ejemplo, un columnista de este diario (Alejandro Samper, "Ladrones por todo lado", LA PATRIA), a raíz del escándalo de Interbolsa, señaló recientemente que el país está "jodido y lleno de ladrones" porque "hasta entre los más ricos se están robando". El periodista en este caso exagera ciertos hechos para probar su tesis e ignora, por ejemplo, que desde hace algunos años el país viene progresando en casi todos los indicadores sociales (empleo, pobreza, seguridad y educación).
También los políticos tienen tendencia a perder el equilibrio conceptual. Quienes son de "derecha" y están obsesionados con el comunismo, buscan demostrar con todo lo que ocurre que el comunismo está cerca, o que es peligroso, o que hay que evitar a toda costa la inminencia de su retorno. En el escrito "Una democracia en trance al totalitarismo" (LA PATRIA, 9 de septiembre de 2012), Andrés Londoño señaló que la "economía y la libertad de Colombia están en riesgo", ya que -para el columnista- es inevitable que el proceso de paz con las Farc haga que se imponga en nuestro país el comunismo y el totalitarismo. En este caso, se exageran hechos y se les atribuyen consecuencias quiméricas para dar relevancia a un ideal político (no hay que escarbar mucho para saber que es improbable que en el país se imponga el comunismo a raíz del proceso de paz).
Todos perdemos el equilibrio de vez en cuando, aunque hay quienes viven desequilibrados. La pérdida del equilibrio conceptual, si bien parece ser inevitable, es perjudicial porque cuando se pierde el equilibrio florecen los fanatismos y los odios. Las posiciones extremas, por lo demás, rara vez están justificadas y no ayudan a comprender y resolver los peores problemas de la sociedad (el fanático ve problemas donde no los hay, omite progresos y magnifica retrocesos). Hay que tratar, pues, de no perder el equilibrio, de eliminar los prejuicios y las obsesiones.
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