La caricatura de Chócolo publicada en las páginas editoriales de El Espectador de ayer, es muy diciente. "Hay candidatos tan sospechosos, que no tienen foto en el tarjetón sino retrato hablado". Que los políticos roben es normal. No lo digo yo. Tampoco el caricaturista paisa. Lo señala el senador y actual aspirante a una curul Mauricio Lizcano. Lo dio a entender así en una entrevista publicada por LA PATRIA (Edición No. 32.799), luego de que le preguntaron por el robo de 15 computadores de su sede de campaña en Palestina. "Entendemos que esto es normal en la política", dijo Lizcano sin ruborizarse.
Mañana 2 mil 441 candidatos buscarán en las urnas un cupo para el Congreso. Mil 605 de ellos van por la Cámara, 806 al Senado y 30 al Parlamento Andino. Seguramente entre muchos de ellos hay ladrones, asesinos, homofóbicos, racistas, machistas, feministas, guerrilleros, narcos, vendidos... También los hay brillantes, aguerridos, con ganas de sacar adelante al país sin comprometer sus principios. Pero, ¿cómo encontrarlos?
La tarea de depurar esa lista no ha sido fácil. Eliminé a los que llevan años enquistados allá y que poco ayudan al país que me gustaría tener. De ahí salieron tipos como Roberto Gerleín y otros "excretables". Descarté a los que tienen vínculos o nexos con los paramilitares. Con lo que se nos viene encima -la salida de prisión de cerca de 400 narcoparamilitares gracias a las garantías (e impunidad) de la Ley de Justicia y Paz- no sería sano para el país una secuela de la parapolítica.
Saqué aquellos que hacen política en cuerpo ajeno. Familiares de personajes corruptos (políticos, contratistas, mafiosos) que buscan llegar al poder para afianzar los negocios ilícitos de sus allegados, muchos de ellos condenados y delinquiendo desde la cárcel. Por ahí derecho a quienes se han arrimado a siniestros personajes como Ferney Tapasco, entonces salen de la lista Fernando Mancera y Adriana Franco (así ella lo niegue).
Taché a los del nepotismo (chao, Arturo Yepes) y a los delfines (suerte, Galán). También a los que llevan ya años en el Congreso representando a nuestro departamento y no han sido capaces de luchar juntos para sacar adelante a la región. Salen entonces Lizcano y Luis Emilio Sierra. Absurdo que mientras los políticos antioqueños y atlanticenses se juntan y van en bloque a pedir por sus regiones (así sea para robar), los caldenses parecen defender sus intereses y estrategias para mantenerse en la curul.
A los del Mira, aunque juiciosos, siempre los tengo por fuera porque creo que la iglesia y el Estado no deben ir juntos. Para mí eso es como un cojo en el púlpito de María Luisa Piraquive.
Y descarté a los rimbombantes que gastan a manos llenas en sus campañas, a los que ofrecen almuerzos y regalos a cambio de votos, a los lagartos chabacanos como Roy Barreras, a los faranduleros y a los deportistas, a los humoristas (aunque votaría primero por Vargas Vil que por Álvaro Uribe), y a los alborotadores. Esos personajes que megáfono en mano llegan a las marchas para alborotar a la gente y dejarla a merced del Esmad. Tipos que tiran la piedra y esconden la mano.
Tampoco votaría por el PIN, pues sería apoyar a su padrino, el nefasto Juan Carlos Martínez Sinisterra. Y no le daría mi voto a Opción Ciudadana, partido al que deberían investigar por fusilar el logo de las Fuerzas Rebeldes de La guerra de las galaxias.
Votar por alguno de estos personajes sería un delito electoral.
Depurada esta lista se encuentran candidatos interesantes. Sin mucha pantalla, pero juiciosos. Búsquelos que ahí están. Congresistas o candidatos opacados por colegas bocazas y podridos que han dejado al Congreso como la institución más desacreditada del país.
Si en últimas ninguno lo convence, está la opción del voto en blanco. Y no anule el voto. Haga el ejercicio de buscar un candidato. No le dé papaya a los pícaros de siempre, a los que terminan con un retrato hablado en el tarjetón.
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