Artículo 1. Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.
Ese es el primer artículo de nuestra Constitución. Léalo otra vez. Tómese su tiempo. Ahora piense en la situación que vive la comunidad LGBTI en Colombia y todo el rollo de que no los dejen casar. Vuelva a leerlo y piense en el procurador general de la Nación Alejandro Ordóñez y lo que ha dicho sobre estas uniones. En el senador conservador Roberto Gerlein, en aquellos congresistas que esta semana no asistieron al debate sobre las uniones del mismo sexo que porque no había televisión. ¿Dónde queda lo democrático, participativo, pluralista, el respeto por la dignidad humana y la prevalencia del interés general?
El procurador les prohibió el pasado jueves a los notarios celebrar matrimonios entre homosexuales. Su argumento es que "el matrimonio siempre debe entenderse entre uno y una y así lo consagra el artículo 42 de la Constitución". Esa es su interpretación.
Sin embargo, el artículo dice: "La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla". Es la "decisión libre de un hombre Y una mujer", no "de un hombre CON una mujer".
Pueden llamarlo matrimonio o unión solemne, pero esta discusión es un retroceso enorme de los derechos civiles. En este debate, donde están discriminando al 9% de las personas que, según la organización Colombia Diversa, es la población homosexual del país, priman los intereses morales y religiosos de algunos personajes.
Para Ordóñez y sus seguidores se olvidan de lo fáctico. Para ellos la sexualidad parece limitarse a la genitalidad, cuando la ciencia ha demostrado que el tener pene o vagina no define si alguien es hombre o mujer. La identidad sexual de las personas es -y para esto cito un texto científico- "es la suma de las dimensiones biológicas y de conciencia de un individuo que le permiten reconocer la pertenencia a un sexo u otro, es decir, ser varón o mujer (ser macho o hembra) independientemente de la identidad de género (sentirse como hombre o mujer) o su orientación sexual (tendencia o inclinación sexual)".
Pero estoy hablando de ciencia a camanduleros. A personas que creen que Dios escribió textos -La Torá, el Corán, la Biblia, el Talmud, o el Libro de Mormón-, cuando fuimos nosotros, los seres humanos, con nuestros conceptos y prejuicios, quienes lo hicimos. Y los escribimos según el contexto histórico de ese entonces, o sea, hace miles de años.
El mundo ha cambiado y la ciencia y la investigación nos han mostrado muchas cosas de la dimensión humana que nos deberían ayudar a entendernos mejor. Sin embargo hay quienes quieren ignorarlo. Seguramente el procurador será feliz ignorando las medidas sanitarias actuales, solo por traer de nuevo la peste negra que acabó con 25 millones de personas en Europa en el siglo XIV. Homosexuales y heterosexuales por igual.
Además, por qué han de privar a la comunidad LGBTI de tener pareja y familia. Los homosexuales tienen todo el derecho a amarse, desearse, quererse, casarse y tirarse la vida como el resto de parejas. Las parejas gay no necesariamente crían hijos gay. Y si lo son ¿cuál es el problema?
Si el miedo de los amigos del procurador es la potencial extinción de los humanos por falta de procreación, es una ridiculez. Y si fuera cierto, pues nuestra especie no lo está haciendo muy bien que digamos sobre la faz de la Tierra. Se podría decir que merecemos la autodestrucción.
Pero aquí estamos, en el 2013, y todavía discutimos si debemos limitar la libertad de las personas por su estilo de vida. De nada parece que sirvieron las marchas por los derechos civiles que se realizaron en los Estados Unidos entre 1955 y 1968. Las voces de esos millones de personas parecen ignoradas por estos ultraconservadores. Y a pesar de que hemos llegado a la Luna y hemos explorado a Marte, todavía le damos más credibilidad a textos fantasiosos y llenos de prejuicios.
Seguramente el próximo debate que se dé en el Congreso, y liderado por el procurador Ordóñez, esté inspirado en las doctrinas del filósofo, jurista e historiador español Juan Ginés de Sepúlveda, que en el siglo XVI escribió el texto De la justa causa de la guerra contra los indios, y en el que afirmaba que los indígenas no tenían alma.
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