Hace varios meses hemos registrado cierta sensación en torno al tema cafetero. La merma en la producción y los bajos precios del mercado interno, hacen necesario abrir el debate nacional sobre el producto que más redistribuye el ingreso del sector agrícola y que responde por el 30% de los empleos rurales.
Más de 563 mil familias dependen de la caficultura, en algo así como 588 municipios de Colombia. El 95% de los cafeteros son propietarios de minifundios, con tierras no mayores a 5 hectáreas. Tal situación evidencia una primera dificultad, toda vez que según estudios económicos, los caficultores que cultivan en áreas inferiores a 3,8 hectáreas tienen serias dificultades para obtener utilidades derivadas de su actividad cafetera (inclusive utilizando su propia fuerza de trabajo), dado los altos costos de producción. Y qué decir de Caldas, donde los predios del 63% de los cultivadores, no superan las 1,4 hectáreas.
La baja eficiencia de los cultivos frente a la productividad internacional, y que nos ha hecho perder espacio en la producción mundial, pasando del 15,5% en 1980 a 6,2% en 2011, es uno de los tópicos que se hace necesario recuperar. Cabe resaltar el ascenso en el número de campesinos que optan por el cultivo de café, así como de áreas renovadas en los últimos años, alcanzando las 411 mil hectáreas desde el 2007. Tales cifras permiten suponer aumento en la producción para los próximos años. Según la Federación Nacional de Cafeteros, para el 2013 pueden superarse los 11 millones de sacos.
Sería de gran utilidad trazar una estrategia tendiente a aumentar el consumo Nacional, tal y como lo ha logrado con éxito países como Brasil donde la demanda interna ha alcanzado niveles importantes. Del mismo modo, es imperativo que el Gobierno Nacional apoye de manera más decidida a los caficultores de Colombia, en momentos que no son los mejores para el gremio. Si bien, la revaluación del peso es protagonista principal de los bajos precios, ello no obsta para buscar estrategias que permitan precios de sustentación que garanticen equilibrio económico en el cultivo.
En cuanto a la contribución cafetera, debemos ser enfáticos en señalar que no es momento para pensar en aumentar o redefinir dicho gravamen. La última vez que fue revisada la contribución, estábamos ante una moneda altamente devaluada y una producción que superaba los 10 millones de sacos. Hoy, con la fuerte apreciación del peso y semejante caída en la producción, no existe clima alguno para suponer una propuesta altamente regresiva. En el debate citado por este servidor, el ministro de Agricultura manifestó que Colombia seguirá siendo un país cafetero. Tal apreciación no debe ser simple retórica, debe concretarse en hechos materiales y en políticas públicas tendientes a redimir el sector.
Por décadas, el café ha sido motor de la economía colombiana y ha contribuido enormemente en la estabilidad democrática de las instituciones nacionales. Semejante antecedente histórico exige total compromiso y esfuerzos adicionales tendientes a la recuperación de los cafeteros. No es momento para buscar responsables. Lo que se requiere es causa común en la defensa de los intereses de tan noble oficio.
En su visita a Manizales, el señor Presidente acogió nuestra propuesta de llevar a cabo un acuerdo para la prosperidad cafetera en el municipio de Chinchiná, lo que esperamos se traduzca en anuncios importantes que fortalezcan este sector poblacional, a efectos de garantizar un mejor futuro para más de dos millones de compatriotas.
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