Lo que se volvió ahora antipatriótico es darle espacio a la hipótesis de que el SuperTucano fue derribado por las Farc. ¡Enhorabuena! Porque ya al menos no prohíbe el Presidente que se hable de la nueva guerra, la que él toleró con sus políticas erradas y equívocas. Todos hablan de la guerra. El representante de las Naciones Unidas, el Director de la Cruz Roja Internacional, el doctor Samper Pizano, y el juez delincuente Baltazar Garzón. Y todos hacen de la guerra su diagnóstico, todos radicalmente equivocados, porque todos están interesados en ocultar la verdad.
El primer error es el olvido de que la guerra tiene por causa fundamental el narcotráfico. Si no lo hubiera, tal vez tendríamos otra. Pero ese es asunto de otro costal. Esta guerra, la que nos aflige y nos mata, es causada por el narcotráfico.
La prueba del aserto es experimental e irrebatible. La guerra está donde están los cultivos, y los laboratorios y las rutas. Quítensele a la guerra en el Cauca los inmensos cultivos de los territorios indígenas y la guerra en el Cauca queda en cero. Las Farc son dueñas del negocio e imponen su ley a sus tributarios estratégicos, que son los indígenas. Y son dueñas de la salida al Pacífico e imponen también su ley en las comunidades de la Costa. Y tienen contacto y trato con los que se llevan la cocaína para el Norte, y queda cerrado el ciclo.
La segunda equivocación que se comete a propósito de la guerra, es el abandono de la gran tarea de la paz, que es el desarrollo. Este Gobierno se dedicó a amenazar a los dueños de las tierras en Colombia y olvidó promover el desarrollo. Vuelva al mapa de la guerra, querido lector. Coincide, tanto con la marihuana y la cocaína, como con el abandono de auténticos procesos de desarrollo. En el Cauca, en el Catatumbo, en Arauca y Casanare, en el Caquetá, coinciden inmensas posibilidades de desarrollo con el abandono del Gobierno a sus deberes elementales. Los billones son para otras cosas. Y va la segunda.
No se puede hacer guerra sin guerreros. La Historia Militar del mundo es la historia del compromiso del soldado con el general que lo comanda. Con su causa, buena o mala. Pero no ha sido victorioso el Jefe que no capta el corazón del que está dispuesto a hacerse matar por seguirlo. Y el Presidente Santos, por lavarse las manos, ha dejado condenar a sus hombres. La guerra jurídica contra el Ejército, lo confunde y paraliza. No tenemos quién nos defienda. Nuestros defensores están ocupados defendiéndose de sus perseguidores. La Justicia Penal Militar se acabó, culpa compartida entre Uribe y Santos, y no se hace nada por restablecerla. Y mientras los que combaten no se sientan seguros de lo que hacen, seguiremos perdiendo la guerra. Va la tercera.
Y viene la cuarta de las causas. Si el narcotráfico es la causa primaria de la guerra, enfrentarlo es la condición esencial para ganarle la partida. Y quitarle los bienes es la condición fundamental para derrotarlos. El Presidente Santos olvidó esa causa. La ley de Extinción de Dominio fue castrada en el Congreso, en la Ley de Seguridad Ciudadana, y nadie sabe cómo ni por qué. Nosotros sabemos el por qué y no nos importa el cómo. Mientras los narcos tengan segura su fortuna, estamos perdidos. La Ley de Tierras es una aventura peligrosa y torpe. Lo que marchaba era la Extinción de Dominio. Y la sustituimos de modo que cuesta trabajo admitir que fuera por inadvertencia o simple equivocación.
Finalmente, y va la quinta, diremos que no se gana una guerra con dos jefes. Lo que hace el excelente Ministro Pinzón, lo daña el Ministro Jaramillo. Muchos no saben de quién hablamos. Habremos de explicarles que se trata del Ministro en la sombra, que deja correr parejos su poder y su odio y su desprecio por las Fuerzas Militares. Por eso, el Presidente tiene dos ministros y dos discursos: el de las negociaciones y el de la confrontación armada. Las guerras las ganaron los que vencieron al enemigo y supieron después negociar con el vencido.
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