Antes de entrar a opinar sobre el asunto que ocuparán estas líneas, quiero dejar una constancia como colombiana, como miembro de familia que trata de imaginar siquiera en mínimo grado el largo suplicio al que fueron sometidos los policías y soldados secuestrados que ya habían sido olvidados por el Estado y por la sociedad, cuyos familiares tenían perdida toda esperanza de recibirlos en el seno de sus hogares y, como la gratitud es la memoria del corazón, independiente de estar o no de acuerdo con algunas posiciones de Piedad Córdoba, para ella y para Marleny Orjuela, presidenta de Asfamipaz, líder de la campaña por la liberación de los policías y soldados secuestrados, ¡GRACIAS!, luchadoras incansables, en el caso de la exsenadora soportando insultos e incomprensiones, hasta poner fin al calvario inenarrable de los cautivos y sus familias.
A propósito de insultos, siempre me ha producido más risa que encono, el que algunos columnistas enfatizan su ojeriza contra Piedad, llamándola "esa negra", por favor, ¿será que les falta investigar un poco más sobre nuestras raíces?, de ello es un verdadero maestro el inigualable y admirado Otto Morales.
La VI Cumbre de las Américas dejó un balance agridulce, no se pueden desconocer algunos aspectos positivos, pero tampoco cantar victoria respecto de sus realizaciones; 47 mandatos de buenas intenciones (sin propuestas concretas) sin declaración final; por otra parte, la Cumbre de Actores Sociales donde se trató a fondo sobre inequidad, pobreza, exclusión y creación de empleo, así como la Cumbre de empresarios, nos hace pensar (¿será mucho optimismo?) que en la superación del hondo abismo de la desigualdad tienen que tomar parte activa todos los sectores: gobierno, sociedad civil y empresarios. Pasar de la retórica a la acción, fue la promesa hecha a las organizaciones sociales.
Pomposas declaraciones y hechos insólitos que se volvieron comunes en la realización de eventos de carácter internacional tuvieron ocurrencia en la reciente Cumbre; las calles de Cartagena fueron desmanteladas de su habitual bullicio caribeño; las típicas y llamativas vendedoras de frutas y cocadas, con ese equilibrio imposible de las poncheras sobre su cabeza, pasaron de la calle a constituir ‘adorno’ en los recintos exclusivos de los banquetes; total ausencia de vendedores ambulantes, de pobres, de mendigos; allí quedó plasmada la diferencia de las dos cartagenas, tan distintas entre sí, la de mostrar y la que se ocultó; quienes no escaparon de la voracidad sexual y abusiva (ni les pagaron) de los agentes secretos de Obama, fueron las prostitutas, ahora afrontando injustamente problemas, hoy dicen los medios informativos que las autoridades ya les conocen las cédulas de ciudadanía, ¿con qué finalidad?
En ese balance agridulce hay que resaltar un hecho altamente positivo, cuando los presidentes Obama y Santos entregaron a las comunidades de San Basilio de Palenque y la Boquilla, títulos colectivos de propiedad por 3.000 hectáreas; un acto de justicia, un reconocimiento del Estado colombiano al primer grupo de esclavos que se sublevó y fundó el Palenque de San Basilio, constituyéndose en el primer territorio libre de América, ‘apenas’ esperaron cuatro siglos.
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