Tal vez el 31 de octubre de 1973 fue por primera vez celebrado el Halloween en Manizales. O por lo menos, algo que pretendía imitar la tradición nórdica europea trasplantada a los Estados Unidos y mal copiada aquí.
Recuerdo un espectáculo que la Alcaldía organizó en la Plaza de Toros, con monumental aguacero por fuera de programa. Las fotos de LA PATRIA mostraban a una multitud de muchachitos ensopados y el ruedo hecho pantano.
Ignoro si antes hubo celebraciones privadas, en casas de familia o en uno de los tres clubes sociales de la época. No las recuerdo en el barrio donde vivíamos, Campohermoso, en los trece años anteriores a 1973, que es hasta donde la memoria alcanza. Y eso que allá pululaban los niñitos.
Este intento de precisión cronológica busca empezar a establecer que el Halloween no es fiesta tradicional colombiana. Por ello, en más de 40 años de intentos de explorar formas de celebrarla, ni siquiera hay una palabra equivalente en español que la identifique.
Pero sirve de pretexto a Fenalco para estimular el consumismo desaforado. Si fue capaz de perratear el espíritu de la Navidad, también redujo el importado festejo a un pegote sin significado, que solo cuesta dinero a los padres de familia.
Es fácil colegir que el Halloween fue traído a Colombia por algún pudiente que a finales de los 60 fue a los EE.UU. cuando pocos podían ir. Allá vio la fiesta, quedó encantado sin entenderla y le pareció de perlas montarla aquí para descrestar calentanos y posar de sofisticado, viajado… y esnobista. Si en algo se revela esto es en la pretensión de aplicar aquí todo lo que deslumbra allá.
Quienquiera fuese el copietas solo trajo el empaque. Le pareció que con mostrar dibujos de calabazas labradas, en un país donde éstas son maleza y tienen otros usos, internacionalizaba la cultura local. Y que con colgar telarañas artificiales, mientras destruía las naturales, estaba a tono con los de mejor condición.
Aun cuando hubiese percibido el trasfondo del verdadero Halloween, mal hubiese podido aplicarlo aquí. Ante todo, porque aquel es fiesta estacional y en Colombia no hay estaciones. Es un ritual de conjuro a la oscuridad, en una época en que las noches empiezan a ser más largas que los días. Mientras en el trópico las noches duran lo mismo que el día durante todo el año.
Si este sentido hubiera sido captado, entonces se hubiera tratado de copiar también la Laternen Fest alemana y el Saint-Marteen holandés del 11 de noviembre, tan semejantes al Halloween. Pero ni los olieron…
(Dicho sea de paso, aquí sí tenemos un ritual de conjuro de la oscuridad: el Alumbrado del 7 de diciembre. Y claramente es un ceremonial precristiano al cual la iglesia le adicionó el culto a la Virgen María).
Lo paradójico es que en las tradiciones colombianas tenemos celebraciones surgidas del ancestral temor a la oscuridad, el Más Allá y lo inexplicado, que son el mismo sustrato del Halloween. La primera, todavía vigente en la conciencia colectiva, el Día de las Ánimas, mañana 1 de noviembre. En algunos pueblos tienen rituales que oscilan entre lo religioso y lo profano. Es una fiesta no reconocida pero sí tolerada por la iglesia.
Y otra, ya olvidada, el 5 de enero, cuando se celebraban doce noches del nacimiento de Jesús, y era el día más peligroso del año. Se creía que espíritus del mal hacían aquelarres, a las 12:00 m. y 12:00 p.m.; las 5:00 a.m. y las 6:00 p.m. A esas horas sonaban campanas, estallaban pólvoras y tocaban músicas para conjurarlos.
En el Carnaval de Riosucio sigue vigente la práctica, aunque se perdió la creencia. Cada día a las 5:00 a.m. estalla pólvora y desfilan conjuntos musicales en la Alborada o conjuro del amanecer. Y en diferentes ceremonias festivas revientan culebras para ahuyentar con el ruido las fuerzas de la oscuridad, mientras la pólvora de luces convierte la noche en un día artificial.
En fin, con estas reflexiones no pretendo que se acabe con la celebración, ni dañarles el negocio a los comerciantes. Solo dejar en claro que el Halloween entre nosotros es una falsa tradición. Por eso no termina de cuajar, tras 40 años de bandazos.
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