Pablo Neruda decía que campana es la palabra más sonora del idioma español. Eso no lo sabía el secretario del Medio Ambiente de Manizales, Diego Fernando González, cuando prohibió tañer las del templo de Palermo.
Él es un destacado ingeniero que cultiva las ciencias exactas y no puede darse el lujo de perder tiempo en algo tan difuso como es la poesía. Además, ¿Neruda no fue ese tipo a cuyo paso por Manizales una horda de estudiantes quebró las puertas del teatro Los Fundadores para escucharle leer sus poemas? ¡Qué vergüenza! Otra cosa sería si la respuesta la hubieran dado en verso Don Omar o Daddy Yankee.
Tampoco sabe González que las campanas que suenan en la ópera 'Tosca' están afinadas en el mismo tono de las de la basílica de San Pedro, y no se explica cómo éstas siguen sonando. Quién mandó a ese Puccini a escribir ópera, cuando bien pudo hacer cosas más selectas en salsa, rap o reguetón, que gustan a todo mundo. Con razón ninguna de sus canciones han pasado por los tremebundos bramidos de Vicente Fernández, los inaudibles balidos de Enriquito Iglesias o los desafinados “ublimes” de Shakira.
¡Por Dios! El doctor González está prestando un servicio a la ciudad, que será recordado por las generaciones venideras. Con razón hubo que traerlo de Pensilvania, pues aquí nadie daba la talla para la tarea que asumió. Por prestar un servicio a la patria dejó allá inconclusa su misión, pues no alcanzó a expedir el decreto que prohibiría la niebla que cada día cubre el pueblo e impide a la gente ver valores humanos como el suyo.
El destino histórico de este funcionario es impedir que sonidos tan desapacibles como los de las campanas interfieran con la selecta música que brota de establecimientos públicos y almacenes de cargazón. También las acallará por respeto a la libertad de cultos. No puede haber obstáculos para que de innumerables garajes broten diáfanos los celestiales cánticos con que los pastores construyen sus pirámides. Y no descuidará la protección a costeños que hacen parrandones vallenatos durante tres días, para solaz de sus vecinos, ni la de quienes educan el contorno con exquisitos recitales reguetoneros.
Y pensar que el doctor González tiene en frente todavía la agotadora tarea de prohibir el carillón de la catedral y los campanarios de la Parroquial, San José, Jesús Nazareno, Chipre y un largo etcétera. Habrá cumplido cuando desde todas las iglesias convoquen a misa por WhatsApp. Por algo se prepara para obtener un magíster en desarrollo sostenible, para no ser más secretario del Medio Ambiente, sino del ambiente entero. Entonces impedirá que el sonido compita con el ruido. ¡Qué misión!
Es hora de que la gente que se crió escuchando el dominical sonido de las campanas, igual que sus padres, abuelos y bisabuelos, se acostumbre a no escucharlas más. Debe modernizarse y soltar cosas tan pasadas de moda y perturbadoras para el armonioso desarrollo de la sociedad.
Cómo valoro en toda su dimensión los invaluables servicios del doctor Diego Fernando González, una vez termine con su labor en la secretaría encomendada, respaldaré entusiasta su candidatura a decano de Bellas Artes y luego a ministro de Cultura. Al fin y al cabo, la ingeniería de alimentos, como en su tiempo el derecho, tiene alto contenido humanístico, y él lo está demostrando.
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Coletilla 1: Algunos de los primeros que salieron a deplorar la suspensión del gobernador Guido Echeverri, son los mismos que en voz baja celebran esa nueva leguleyada del Consejo de Estado. No aceptan que la Gobernación de Caldas haya caído en manos de un hombre probo, decente e inteligente, mientras su ideal del político caldense se pudra en una cárcel. “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé...”.
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Coletilla 2: Hinchas del Once Caldas y comentaristas deportivos no aciertan a explicar el “frenazo en seco” (dicen) que dio el equipo, el cual después de comenzar goleando a sus rivales, lleva cuatro partidos sin anotar. Ello ocurrió después de que el máximo accionista salió a decir que piensa librar a su suerte esa empresa. Es decir, desestabilizó a los futbolistas al oscurecer su sensación de futuro. Es diferente cuando el capital es camiones y buses, a cuando el capital es humano...
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